Durante décadas, la anestesia regional —generalmente mediante bloqueo raquídeo o epidural— ha sido la opción predilecta para las
cesáreas. Esto no solo responde a preocupaciones médicas sobre los
posibles efectos de la anestesia general en los recién nacidos, sino también a un fuerte consenso social: se espera que las madres estén despiertas para vivir el momento exacto del nacimiento, escuchar el primer llanto de su bebé y capturar la escena “perfecta” del parto.