Cuando una enfermedad del corazón irrumpe en la vida de una persona, nada vuelve a ser exactamente igual. No solo cambia la rutina, los hábitos o la forma de cuidarse, también se transforman las conversaciones, los silencios y la manera de afrontar el día a día en casa. Hay decisiones pequeñas que, sin darnos cuenta, empiezan a pesar más que nunca.