MADRID, 10 Nov. (EUROPA PRESS) -
Cada vez más estudios confirman que una dieta rica en vitamina D, magnesio, zinc, selenio, omega-3 y fibra puede marcar la diferencia entre la salud y la enfermedad. Estos micronutrientes fortalecen el sistema inmunitario, protegen el corazón y el cerebro, y mejoran la microbiota intestinal. Sin embargo, su efecto protector se desvanece cuando los ultraprocesados dominan nuestra alimentación.
Así nos lo advierte en una entrevista con Europa Press Salud Infosalus la miembro del grupo de trabajo de Obesidad de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN) y de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (SEEDO) la doctora Montse Prados Pérez.
De hecho, remarca que entre los micronutrientes y componentes esenciales de la dieta que más contribuyen a la prevención de enfermedades y al mantenimiento de la salud destacan:
. Vitamina D, siendo fundamental para la salud ósea, inmunitaria, y metabólica; remarcando que su déficit se asocia con un mayor riesgo de infecciones, de enfermedades autoinmunes, y cardiovasculares.
. Magnesio: está implicado en más de 300 reacciones enzimáticas, es esencial para la función muscular, el control glucémico, y la regulación de la presión arterial.
. El zinc y el selenio, dado que desempeñan un papel clave en la inmunidad, en la función tiroidea, y en la defensa antioxidante.
. Ácidos grasos omega-3, gracias a sus potentes efectos antiinflamatorios y protectores del sistema cardiovascular y cerebral dice que contribuyen además a la regulación lipídica, y a la salud cognitiva.
. Fibra dietética, aunque no es un micronutriente clásico, es un elemento indispensable para la salud metabólica y digestiva; a su vez, remarca que ésta alimenta la microbiota intestinal, reduce la inflamación sistémica, y contribuye a regular los niveles de glucosa y de colesterol.
“Una alimentación rica en verduras, en frutas, en legumbres, en frutos secos, y en pescado azul aporta estos elementos de forma natural y equilibrada”, subraya esta especialista en Endocrinología, así como doctora en Medicina (UAB), que trabaja en el Hospital de Martorell en Barcelona.
CUIDADO CON LOS ULTRAPROCESADOS
Precisamente, esta experta en obesidad y en salud cardiovascular ha participado en ‘Nutrirse Conciencia’ (Lid Editorial), un libro en el que protagoniza un capítulo hablando sobre cómo prevenir la enfermedad cardiovascular a través de la alimentación, destacando el poder de los citados micronutrientes para ello, y en el que también subraya que “los peores amigos para nuestra salud” son los ultraprocesados.
De hecho, defiende la doctora Prados que actualmente no está suficientemente arraigada la idea en nuestra sociedad de que los ultraprocesados son tan perjudiciales para la salud como el alcohol o el tabaco: “Todavía no. Aunque existe una mayor concienciación que hace unos años, el consumo de productos ultraprocesados sigue siendo habitual y socialmente aceptado”.
Es más, lamenta que la industria alimentaria ha logrado posicionarlos como ‘opciones prácticas’ y ‘aparentemente inocuas’, cuando en realidad la evidencia científica es clara, tal y como defiende: “Una dieta rica en ultraprocesados se asocia con un aumento significativo del riesgo de obesidad, de diabetes tipo 2, de enfermedades cardiovasculares, de cáncer, y de deterioro cognitivo”.
A su vez, mantiene esta experta del Hospital de Martorell en Barcelona que, a nivel de salud pública, su impacto es comparable al del tabaco o a del alcohol, en términos de enfermedad crónica, y de mortalidad prematura.
LOS EFECTOS PERJUDICIALES DE LOS ULTRAPROCESADOS
Por todo ello, Monste Prados alerta de que los ultraprocesados no son alimentos, sino “formulaciones industriales con un alto contenido en azúcares añadidos, grasas refinadas, sal, y aditivos, y con muy baja densidad nutricional”.
Su consumo habitual altera el metabolismo, según avisa, al mismo tiempo que promueve la inflamación crónica, afecta negativamente a la microbiota intestinal, y distorsiona los mecanismos naturales de saciedad.
“Todo ello contribuye al desarrollo de obesidad, resistencia a la insulina, hipertensión, dislipemia y, a largo plazo, a un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares, cáncer y trastornos del estado de ánimo”, remarca esta especialista en Endocrinología y doctora en Medicina (UAB).