MADRID, 26 Ago. (EUROPA PRESS) -
La combinación de calor, una dieta rica en azúcares y una higiene oral menos rigurosa favorece la aparición de caries, sensibilidad, inflamaciones o lesiones en mucosas, especialmente si no se mantienen ciertas medidas preventivas, expone la experta del equipo asistencial de Sanitas Dental, Eva Lago.
Durante el verano es "habitual" relajar la rutina y aumentar el consumo de bebidas azucaradas, alimentos ácidos y snacks entre horas, señala la experta. Sumado a que muchas personas descuidan el cepillado, especialmente en desplazamientos o durante jornadas intensas de ocio, esto se traduce en el "incremento del riesgo de desmineralización del esmalte, inflamación de encías o desarrollo de caries".
Además, el calor reduce la producción de saliva, el mecanismo natural que ayuda a neutralizar los ácidos y limpiar la superficie dental, explica la experta. Con un entorno más seco en la boca, las bacterias responsables de la placa proliferan con mayor facilidad, en particular tras la ingesta de cítricos, helados industriales o refrescos carbonatados. En este sentido, la erosión dental no siempre provoca molestias inmediatas, pero puede derivar en sensibilidad crónica o daños estructurales si no se detecta a tiempo, apunta.
Por otro lado, Lago advierte que morder productos muy fríos, como hielo o polos, puede provocar molestias agudas en piezas previamente dañadas o con retracción gingival. Por su parte, las comidas crujientes, como pan tostado o costras de pizza, incrementan el riesgo de fisuras en empastes o fracturas en dientes restaurados si no se trocean adecuadamente.
Asimismo, la nutricionista de Blua de Sanitas, Natalia Galán, señala que el verano suele implicar un exceso de azúcares simples, una menor ingesta de fibra y proteínas de calidad, lo que también repercute en dientes y encías. "Una dieta pobre en micronutrientes compromete la salud gingival y reduce la capacidad defensiva frente a infecciones orales".
Ante esta situación, los expertos de Sanitas aconsejan mantener una hidratación constante que estimule la producción de saliva; comer de forma continuada, evitando picoteos y, especialmente, productos dulces o ácidos; optar por frutas poco ácidas, lácteos sin azucar y frutos secos blandos; evitar morder hielo o productos excesivamente duros; reforzar la higiene dental; limitar el consumo de alcohol, que reducen la salivación e irritan las encías; y programar una revisión bucodental antes o después del verano, para detectar detectar caries incipientes, inflamaciones o lesiones derivadas de cambios de hábito y poder actuar a tiempo.