MADRID, 11 Ene. (EUROPA PRESS) -
Una nueva investigación liderada por el Trinity College de Dublín (Irlanda) ha defendido la necesidad de las dosis de refuerzo contra la COVID-19 en los residentes de resdiencias de ancianos, tras evaluar los niveles de anticuerpos contra la COVID-19 tanto antes de la vacunación como cinco semanas y seis meses después de que los residentes de una residencia de ancianos recibieran dos dosis de la vacuna de Pfizer.
La infección previa por COVID-19, la edad y el grado de fragilidad (disminución de la reserva fisiológica frente a los factores de estrés, que es común en los residentes de residencias de ancianos) se asociaron con los niveles de anticuerpos a los seis meses después de la vacuna. Aunque los niveles de anticuerpos disminuyeron previsiblemente con el tiempo, este descenso fue especialmente llamativo en aquellos individuos sin evidencia previa de infección por SARS-CoV2.
Además, mientras que la infección previa se asoció con niveles mucho mayores de anticuerpos contra el SARS-Cov-2 a los 6 meses, el aumento de la edad y los mayores niveles de fragilidad se asociaron de forma independiente con niveles más bajos de anticuerpos. Es importante destacar que los niveles de anticuerpos se asociaron significativamente con la capacidad de neutralización (la capacidad de los anticuerpos para neutralizar el virus).
Esta investigación, publicada en la revista 'JAMA', pone de relieve el efecto de la infección anterior en la formación de respuestas de anticuerpos a largo plazo en este grupo y apoya el uso de las vacunas de refuerzo en esta población.
También sugiere que los individuos que no han contraído el SARS-CoV-2 pueden ser especialmente vulnerables. Es importante señalar que el estudio sólo tuvo en cuenta los niveles de anticuerpos contra el SRAS y no examinó las células inmunitarias de "memoria" a largo plazo ni la capacidad de éstas para combatir futuras infecciones, un área de investigación en curso para el grupo.
"Nuestros hallazgos, que demuestran unos niveles de anticuerpos más bajos en las personas que no han contraído el SARS-CoV-2 y en aquellas con una edad y una fragilidad crecientes, sólo cuentan una parte de la historia, pero apoyan el uso continuo de refuerzos de la vacuna en esta población vulnerable", comenta uno de los líderes del estudio, Adam Dyer.