Todos tenemos traumas (aunque no lo sepamos) y el cuerpo lleva la cuenta: el peligro de callar lo que duele

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Publicado: domingo, 23 noviembre 2025 7:59

   MADRID, 23 Nov. (EDIZIONES) -

   No hace falta vivir un accidente, una violación o una catástrofe para sufrir un trauma. Según las psicólogas Begoña Aznárez y Raquel López Pavón, cualquier experiencia que impacta emocionalmente —y que no puede compartirse — puede transformarse en una herida traumática. “El silencio y la falta de acompañamiento son los verdaderos responsables de que una vivencia dolorosa se convierta en trauma”, coinciden ambas expertas, al mismo tiempo que advierten: el cuerpo siempre lleva la cuenta, aunque la mente lo oculte.

   Begoña Aznárez es presidenta de la Sociedad Española de Medicina Psicosomática y Psicoterapia (SEMPyP), así como psicóloga y psicoterapeuta especialista en trauma y apego. Acaba de publicar con Vergara precisamente ‘Las heridas que no vemos’ , un libro en el que aporta las claves con las que entender y sanar el trauma.

   Explica que un acontecimiento podemos identificarlo como ‘trauma’ cuando se trata de algo que nos impacta emocionalmente pero con el que hay silencio detrás, es decir, “el silencio convierte experiencias de alto impacto emocional en heridas traumáticas, el no poder contarlo a otros” y, por las razones que sean, no puedas contarlo por ejemplo a tus figuras de apego, cuando deberían apoyarte, y debes guardártelo para ti y aparentar normalidad.

    Afirma, además, que el “trauma psíquico es universal y todo el mundo sufre, de una u otra manera sus consecuencias”, reconociendo que, efectivamente, todos tenemos la experiencia de haber vivido acontecimientos que nos han impactado y que no han podido ser compartidos con otros, algo que ayudaría a legitimar y a etiquetar lo sucedido. “Todos tenemos experiencias de este tipo, acontecimientos que nos hubiera gustado que afectivamente nos hubieran podido acompañar en el proceso pero, por las razones que sean, no ha sido así”, subraya.

   Mientras, Raquel López Pavón, (@raquelopezpsicologia) psicóloga especializada en trauma complejo, y regulación emocional, en su nuevo libro ‘No es un monstruo, es una herida’ (Kitaeru) insiste en el aspecto de que un trauma puede generarse cuando sobrepasa nuestra capacidad de afrontamiento y es no algo que no podemos integrar y que se queda ahí.

   Aquí llama la atención sobre el hecho de que si los traumas tienen lugar en la infancia pueden dejar una huella mayor en nosotros dado que es una etapa en la que somos más vulnerables, “no sabemos regularnos solos, no tenemos capacidad de afrontamiento, y estamos desarrollando nuestra identidad”.

SIGNOS DE QUE QUIZÁS TENEMOS UN TRAUMA

   Sobre los posibles signos de que podemos arrastrar un trauma, quizás sin saberlo, Begoña Aznárez, psicóloga y presidenta de la SEMPyP, habla de la disociación en primer lugar, “una manera que tiene nuestro organismo de hacerse con ello, de forma que lo apartamos para seguir adelante, lo disociamos y lo pasamos a un nivel de conciencia que está apartado y al que no somos accesibles, pero el hecho de que lo apartemos de la conciencia no significa que el cuerpo no lleve la cuenta”.

   De hecho, sostiene que se pueden dar síntomas somatizaciones como la dermatitis, o cefaleas, problemas con la regla, gastritis, el síndrome del Intestino Irritable, dificultades para el sueño, para la atención y la concentración, bajo rendimiento a nivel cognitivo, pesadillas frecuentes, ansiedad, ánimo deprimido, entre otros.

   “Hay que ver que hay detrás de un síntoma en muchas ocasiones porque puede haber una experiencia traumática resolver, y el gran síntoma que acompaña a la experiencia traumática es la disociación, que se muestra a partir de las somatizaciones, pero luego hay más formas que están culturalmente bien aceptadas como decir que eres muy despistado, o que te olvidas de las cosas rápidas, y esto es porque falla la atención o la concentración porque mantener mucho material que te incomoda fuera de la conciencia consume mucha energía y te impide estar ‘mindful’, en el aquí y en el ahora”, remarca Aznárez.

   Mientras, López Pavón, añade que hay ciertos síntomas muy comunes al trauma como la evitación, las detonaciones traumáticas (algo que nos hace reaccionar de manera intensa y que no corresponde con el presente sino con la experiencia pasada); o después, perfiles de personas que se hacen ver como personas válidas, pero que por dentro se sienten pequeñas, o que pueden ser hasta unas impostoras y no se merecen lo que les sucede.

   “Cuando tenemos un trauma detrás nuestro cerebro no puede hacer lo que normalmente hace, que es procesar e integrar para transformar en recuerdos, con los que aprendemos. Cuando hay un trauma esto no sucede. Es demasiado y a nivel cerebral hace que el área de la corteza prefrontal, encargada de regular las emociones y los impulsos, esté menos activada; por otro lado, el área cerebral de la amígdala, del cerebro límbico, relacionado con el miedo y con las emociones intensas, se hiperactiva”, relata.

   Y, según prosigue, todo ello al no haber podido procesar el hecho traumático, de manera que, inconscientemente, nuestro cerebro sigue pensando que está en peligro y activa los mecanismos de supervivencia, con una sobrecarga mental continúa, no se puede procesar igual la información, y no está al 100% esa capacidad de vivir, de disfrutar normal. “Si ocurre en la infancia y en la adolescencia hay menos grosor en la corteza prefrontal, te reconfigura el cerebro”, apostilla López Pavón.

SANAR UN TRAUMA, ¿NUNCA ES TARDE?

   Con todo ello, preguntamos a estas expertas si nunca es tarde para sanar un trauma, a lo que la presidenta de la Sociedad Española de Medicina Psicosomática y Psicoterapia Begoña Aznarez asegura que “nunca es tarde” y “nunca hay que rendirse en este sentido”: “Si sigues buscando respuestas y vives un malestar, si estás dispuesto a trabajar y a asumir el dolor de hurgar en las heridas, naturalmente conseguirás resultados”.

   Cree en la psicoterapia, con la que trabaja desde hace más de 30 años, aunque considera que hay personas a las que les pueden servir otras vías: “Ninguna técnica es mejor que otra, según los estudios, sino lo que marca la diferencia en los buenos resultados es la figura del terapeuta, porque lo más importante es el vínculo, el generar un vínculo terapéutico con alguien que le solicita ayuda, desde ahí podrá sanar sus heridas. Si lo generas con un profesor de yoga empático y maravilloso a través de sus clases, o bien lo encuentras en tu médico de Atención Primaria, por ejemplo, puede estar ahí la clave”.

   Por su parte, Raquel López Pavón, psicóloga especializada en trauma complejo y regulación emocional, rechaza aquí la idea de que ‘el tiempo lo cura todo’: “Si hablamos de un duelo normal, con el paso del tiempo la persona puede ir integrándolo o crecer alrededor de él, pero con el trauma no porque el cerebro no entiende que esto ya pasó y sigue estando vivo, y el tiempo es irrelevante. A veces llegan personas con 50 años y el trauma es de cuando eran pequeños”.

   Habla asimismo esta psicóloga de terapia en la que trabajar e ir reprocesando e integrando todo esto. “No todos los traumas son iguales y los hay de menor y de mayor magnitud. El trauma tiene solución en la gran mayoría de los casos a través de terapia especializada y dependiendo del caso puede requerir a corto plazo apoyo farmacológico”, concluye.

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