MADRID, 6 Jun. (EUROPA PRESS) -
Investigaciones en animales y humanos han sugerido que los niveles bajos de taurina podrían ser un factor desencadenante del envejecimiento, lo que ha generado debates sobre si la taurina es un biomarcador del envejecimiento.
Ahora, un estudio exhaustivo del Instituto Nacional sobre el Envejecimiento, parte de los Institutos Nacionales de Salud (NIH) de Estados Unidos, con datos longitudinales de humanos, monos y ratones muestra que los niveles de taurina en sangre no disminuyen de forma constante con la edad, y que varían más por factores específicos de cada individuo que por el envejecimiento.
Las conclusiones se publican en 'Science'. Estos resultados llevan a los autores del estudio a concluir que "la eficacia de la suplementación con taurina para retrasar el envejecimiento o tratar en general las afecciones relacionadas con él puede depender del contexto". El micronutriente taurina es uno de los aminoácidos más abundantes en los animales y es reconocido por sus diversas funciones biológicas y sus posibles beneficios para la salud.
Algunos estudios recientes, incluido un artículo de investigación publicado en Science en junio de 2023 , han demostrado que los niveles de taurina en sangre disminuyen con la edad en los organismos estudiados, y que la suplementación con taurina puede retrasar este proceso y mejorar la esperanza de vida. Estos y otros resultados también han provocado debates sobre si los niveles de taurina podrían ofrecer potencialmente un biomarcador sanguíneo para el envejecimiento.
Para ser considerada un verdadero biomarcador del envejecimiento, la taurina debe cambiar de forma fiable con la edad en diversas poblaciones y a lo largo del tiempo, idealmente evidenciado mediante datos longitudinales. Según los investigadores en su nuevo artículo, estudios previos, basados principalmente en datos transversales, han arrojado resultados contradictorios sobre cómo cambian los niveles de taurina en sangre con la edad. Basándose en este trabajo previo, los investigadores realizaron análisis longitudinales y transversales exhaustivos de los niveles de taurina en tres grandes cohortes humanas distintas, monos rhesus y ratones en un amplio rango de edad.
Descubrieron que las concentraciones circulantes de taurina se mantienen estables o aumentan con la edad en individuos sanos, y que las variaciones en los niveles de taurina se ven más influenciadas por las diferencias individuales, la dieta, el sexo y la especie que por el propio envejecimiento. Los hallazgos también revelaron que las asociaciones entre la taurina e indicadores funcionales de la salud, como la fuerza muscular y el peso corporal, varían según el contexto y la especie.
Los hallazgos no respaldan de forma consistente una relación causal entre la disminución de la taurina y el envejecimiento. Basándose en estos hallazgos, concluyen que la taurina no es un biomarcador confiable del envejecimiento y que su potencial como terapia antienvejecimiento es más probablemente específico del contexto que universal.