MADRID 18 Jun. (EUROPA PRESS) -
En España, el cáncer de riñón ocupa el octavo lugar en cuanto a prevalencia, con una estimación de 9.774 casos nuevos en 2025 y 2.245 fallecimientos en el año 2023, según señala la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), con motivo del Día Mundial del Cáncer Renal este jueves, 19 de junio.
Actualmente, la forma más habitual de diagnóstico es el hallazgo incidental en estudios de imagen realizados por otros motivos en pacientes asintomáticos, lo que ha contribuido a la detección precoz y, en consecuencia, a una mejora en el pronóstico de la enfermedad.
Hace quince años, los pacientes con carcinoma de células renales (CCR) avanzado tratados con cirugía aislada o con interferón apenas alcanzaban medianas de supervivencia de 5-7 meses. En la actualidad, la secuenciación terapéutica de fármacos dirigidos o de la inmunoterapia permite superara los 40 meses de supervivencia, manteniendo una buena calidad de vida.
Además, pembrolizumab, un anticuerpo monoclonal anti-PD1, ha consolidado su beneficio en la supervivencia global en el contexto adyuvante, posicionándose como una estrategia eficaz en pacientes con intermedio/alto riesgo de recaída tras nefrectomía.
SECUENCIACIÓN TERAPÉUTICA
En la práctica clínica habitual, los pacientes con carcinoma renal avanzado suelen recibir, a lo largo de la evolución de su enfermedad, una secuencia de tratamientos cuyo objetivo es prolongar la supervivencia manteniendo una buena calidad de vida. Gracias a las estrategias habituales, se alcanzan medianas de supervivencia superiores a 40 meses en determinadas poblaciones.
En primera línea, la elección de tratamiento debe basarse en la disponibilidad de los tratamientos aprobados, el grupo pronóstico (según criterios como los del IMDC) y las comorbilidades del paciente. De forma general, las combinaciones de inhibidores tirosina-quinasa (TKI) e inmunoterapia han demostrado beneficio en tasas de respuesta, supervivencia libre de progresión (SLP) y supervivencia global (SG) en comparación con TKI en monoterapia. La segunda línea de tratamiento va a estar condicionada principalmente por la terapia recibida en primera línea.
Entre los principales retos futuros se encuentran la optimización de la secuenciación de inmunoterapia, TKI e inhibidores de HIF-2?, así como la identificación de biomarcadores predictivos que permitan seleccionar estrategias más eficaces y personalizadas.