MADRID, 15 Oct. (EUROPA PRESS) -
Un artículo de opinión revisado por pares por el Instituto de Química Aplicada de Changchun (CIAC) de la Academia China de Ciencias (China), publicado en 'Psychedelics' examina el potencial terapéutico de las sustancias psicodélicas para el tratamiento de trastornos psiquiátricos relacionados con el estrés mediante nuevos mecanismos neurobiológicos.
El análisis sintetiza la evidencia actual sobre cómo compuestos como la psilocibina, la dietilamida del ácido lisérgico (LSD) y el MDMA podrían alterar radicalmente los paradigmas de tratamiento para la depresión, la ansiedad y el trastorno de estrés postraumático (TEPT).
Los autores enfatizan que el estrés crónico contribuye significativamente a las enfermedades psiquiátricas en todo el mundo, con una activación persistente del eje hipotálamo-hipofisario-adrenal (HPA) que provoca cambios estructurales en el cerebro. Los tratamientos tradicionales, como los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina y la terapia cognitivo-conductual, si bien son útiles para algunos pacientes, dejan a muchos con síntomas residuales o efectos secundarios significativos.
Esta brecha terapéutica ha renovado el interés científico en los psicodélicos, sustancias que se estudiaron ampliamente antes de que las restricciones regulatorias de la década de 1970 detuvieran la mayor parte de la investigación.
El profesor Xiaohui Wang de la Academia China de Ciencias y sus colaboradores describen cómo los psicodélicos actúan principalmente a través de los receptores de serotonina 2A (5-HT2A), altamente expresados ??en las regiones cerebrales que controlan el estado de ánimo, las emociones y la cognición. Esta activación de receptores promueve la neuroplasticidad y la conectividad funcional, lo que podría contrarrestar el daño estructural causado por la exposición crónica al estrés. Los autores señalan que estudios preclínicos demuestran que la psilocibina puede aumentar la expresión del factor neurotrófico derivado del cerebro y mejorar la arborización dendrítica en la corteza prefrontal, procesos cruciales para la regulación del estado de ánimo.
Este punto de vista destaca la creciente evidencia clínica en múltiples afecciones. En el caso de la depresión, los autores citan estudios en los que dosis únicas de psilocibina produjeron reducciones significativas de los síntomas durante semanas o meses en pacientes resistentes al tratamiento. Un estudio fundamental mostró que aproximadamente el 67 % de los pacientes con TEPT dejaron de cumplir los criterios diagnósticos tras la psicoterapia asistida con MDMA, aunque las recientes preocupaciones del comité asesor de la FDA sobre las limitaciones metodológicas subrayan la necesidad de perfeccionar los diseños de los ensayos.
"Los psicodélicos ofrecen el potencial de contrarrestar los efectos dañinos de la exposición prolongada al estrés", escriben los autores, señalando que estas sustancias fomentan la neuroplasticidad, lo que podría permitir la recuperación de las regiones cerebrales afectadas por el cortisol. A diferencia de los tratamientos convencionales dirigidos a los síntomas, la terapia psicodélica aborda las causas subyacentes, lo que podría permitir un alivio sostenido al afrontar e integrar los factores estresantes no resueltos.
El análisis va más allá de los efectos serotoninérgicos para examinar las propiedades antiinflamatorias que podrían aportar un beneficio terapéutico adicional. La evidencia preliminar sugiere que la psilocibina disminuye las citocinas proinflamatorias, lo que podría ofrecer protección contra los cambios cerebrales relacionados con el estrés. Los autores proponen que la monitorización simultánea de marcadores inmunitarios y cortisol podría aclarar si estos mecanismos actúan sinérgicamente.
El MDMA presenta un perfil distintivo como agente entactogénico, actuando como un compuesto liberador de monoamina que promueve la apertura emocional y reduce las respuestas de miedo. Los autores enfatizan que su señal terapéutica se deriva de una prosocialidad aguda y una mayor reconsolidación de la memoria durante las sesiones de psicoterapia, más que de la fenomenología psicodélica clásica. Este estado farmacológico permite a los pacientes acceder a recuerdos traumáticos sin respuestas de miedo abrumadoras.
Este punto de vista reconoce importantes obstáculos para que la integración general sea viable. La clasificación actual de la Lista I restringe severamente la investigación y la implementación terapéutica, aunque los experimentos de políticas en desarrollo en Oregón y Colorado (Estados Unidos) sugieren que podrían surgir marcos regulatorios. Los autores enfatizan la necesidad de formación especializada para terapeutas, señalando que la terapia psicodélica difiere cualitativamente de los enfoques tradicionales de psicoterapia verbal.
Las consideraciones de seguridad incluyen efectos adversos predecibles como náuseas, dolor de cabeza y cambios cardiovasculares que requieren una evaluación y un seguimiento médicos minuciosos. Los autores abogan por protocolos estandarizados, informes de seguridad mejorados y estrategias para gestionar los efectos de expectativa que dificultan la interpretación de la eficacia. Siguen siendo esenciales los estudios longitudinales que comparen la terapia asistida con psicodélicos con los tratamientos convencionales en distintos diagnósticos psiquiátricos.
Los investigadores identifican necesidades críticas de investigación, como el desarrollo de biomarcadores para personalizar el tratamiento, la optimización de las pautas posológicas y la investigación de los factores genéticos que influyen en la respuesta. De esta forma, destacan que la colaboración interdisciplinaria entre neurociencia, psicología, ingeniería y farmacología impulsará la comprensión de los circuitos neuronales activados por el estrés y los mecanismos de plasticidad.