MADRID, 17 May. (EUROPA PRESS) -
Investigadores de la Universidad de Liverpool (Reino Unido) han constatado que las personas que han sobrevivido al ébola tienen una especie de cicatriz "única" en la retina como consecuencia de su exposición al virus, según detallan en la revista 'Emerging Infectious Diseases'.
En su trabajo analizaron a un grupo de supervivientes al brote de hace dos años que todavía son atendidos en el 34th Regiment Military Hospital de Freetown, Sierra Leona, por síntomas relacionados con el llamado síndrome post-ébola, que incluye dolor muscular o en las articulaciones y problemas psiquiátricos o neurológicos.
Algunos virus como el ébola pueden permanecer ocultos en el organismo explotando una vulnerabilidad del sistema inmune que se conoce como "privilegio inmunitario", que permite a determinados tejidos trasplantados librarse de la habitual respuesta del sistema inmune ante cualquier organismo extraño.
El cerebro, la médula espinal y los ojos son algunas de las regiones beneficiadas de este fenómeno y los científicos creen que puede deberse a que son zonas demasiado delicadas e importantes como para resistir la inflamación típica de una respuesta inmune.
Por ello, los investigadores utilizaron técnicas de última generación para analizar la retina de 82 supervivientes al ébola que previamente habían informado de algún problema ocular y compararon los datos con los de 105 sujetos no afectados por el virus.
Los resultados de la investigación muestran que alrededor del 15 por ciento de los supervivientes al ébola tienen una cicatriz retiniana que parece específica de la enfermedad, lo que supone "la primera evidencia de que el virus entra en el ojo a través de la óptica del nervio como también hace el virus del Nilo Occidental", ha reconocido Paul Steptoe, uno de los autores del estudio.
Esta afectación no impide preservar la visión del ojo, si bien se están llevando a cabo diversos estudios para confirmar si tras esta lesión puede aparecer algún tipo de lesión ocular.
Además, el estudio también constataron de forma preliminar que los supervivientes que presentaban cataratas sin una inflamación ocular evidente o uveítis no tenían restos del virus en el líquido acuoso, por lo que podrían ser candidatos a cirugía.