MADRID, 5 Feb. (EUROPA PRESS) -
Entre el 8 y el 10 por ciento de la población ha sufrido un episodio de depresión mayor, sin embargo, este porcentaje se elevaría hasta entre un 15 y un 20 por ciento si se incluyen otros trastornos como la depresión leve y crónica, o los trastornos depresivos somatizados. Existen una serie de indicios que pueden ayudar a detectarla pronto, pero aún no es posible predecirla para evitarla.
Este es el objetivo de un nuevo estudio de la Universidad de Duke, en Durham, Carolina del Norte, Estados Unidos, que podría dar con la clave para adelantarse a su desarrollo. Han detectado que una estructura con forma de almendra en lo profundo del cerebro, la amígdala, es crucial para detectar y responder al peligro. Los autores dicen que al medir su actividad se puede predecir qué persona sufrirá depresión o ansiedad en respuesta a eventos estresantes de la vida en los siguientes cuatro años.
Publicados en la edición de este miércoles de la revista 'Neuron', los resultados podrían conducir a nuevas estrategias para tratar la depresión y la ansiedad y evitar que se produzcan. "A menudo, las personas sólo acceden al tratamiento cuando la depresión y la ansiedad se han vuelto tan crónicas y difíciles para vivir con ellas que obliga a las personas a acudir al hospital", dice la primera autora del estudio, Johnna Swartz, investigadora postdoctoral de Duke, en el laboratorio del autor senior Ahmad Hariri.
"Con un marcador cerebral, podríamos potencialmente indicar a las personas que busquen tratamiento antes de que los trastornos alteren su vida y les perjudiquen de forma que no puedan seguir así", añade esta experta. Estudios pequeños de personas en situación de riesgo para el trastorno de estrés postraumático (TEPT), como los soldados desplegados en zonas de combate, han insinuado la relación entre diferencias individuales en la actividad cerebral y la capacidad de manejar los factores estresantes.
En el nuevo trabajo, el equipo de Hariri escaneó los cerebros de estudiantes universitarios sanos mientras miraban imágenes de rostros enojados o temerosos que indican peligro en nuestro entorno. Estas fotos amenazantes generalmente activan la amígdala y los científicos midieron la intensidad de esta activación utilizando imágenes de resonancia magnética funcional, una medida indirecta no invasiva de la actividad cerebral.
Esos estudios se centraron también en la amígdala por su vínculo establecido con los trastornos psiquiátricos como el estrés postraumático, la ansiedad y la depresión, pero incluyeron a participantes que habían sufrido importantes eventos traumáticos cuando estaban en combate. En contraste, la mayoría de la gente en la población general experimenta formas menos graves de estrés, como el desempleo, el divorcio o una muerte en la familia.
Cada tres meses después de la exploración, los participantes rellenaron una encuesta 'on line' que recoge los acontecimientos estresantes de su vida y su impacto, así como un cuestionario que evaluó los síntomas de depresión y ansiedad.
HAN SORPRENDIDO LOS RESULTADOS
Entre los primeros 753 participantes que fueron escaneados, casi 200 completaron las encuestas durante un promedio de dos años y hasta cuatro años después de la exploración. En estos individuos, cuanto más activa estaba la amígdala al inicio del estudio, más graves eran los síntomas de ansiedad o depresión en respuesta a eventos estresantes que encontraron mediante los escáneres.
Es importante destacar que los participantes que tenían una amígdala demasiado activada pero que no habían experimentado estrés reciente no mostraron estos incrementos en los síntomas. "Encontrar que una sola medida del cerebro puede decirnos algo importante acerca de la vulnerabilidad psicológica de una persona hasta cuatro años más tarde es realmente notable y novedoso", subraya Hariri, profesora de Psicología y Neurociencia y miembro del Instituto Duke de Ciencias del Cerebro.
La capacidad del marcador cerebral de predecir los síntomas fue sorprendente, según esta experta, dado que la población estaba sana y, en su mayor parte, se trata de factores de estrés normales y relativamente suaves para los adultos jóvenes, como una discusión con uno de sus padres o problemas en el trabajo o la escuela.