MADRID, 28 Oct. (EUROPA PRESS) -
El intestino no es solo un órgano de digestión: sus células tienen un papel crucial en la defensa contra infecciones. Un nuevo estudio revela cómo interactúan con las bacterias patógenas y cómo estas intentan superar nuestras defensas, con implicaciones que podrían cambiar nuestra forma de tratar ciertas infecciones intestinales.
En un nuevo estudio, científicos de Genentech, miembro del Grupo Roche, en colaboración con investigadores de la Oregon Health & Science University (Estados Unidos) han descubierto que una cepa peligrosa de 'E. coli', conocida por causar diarrea con sangre, puede bloquear esta defensa intestinal, lo que permite que las bacterias se propaguen más fácilmente. Los resultados se publican en 'Nature'.
Cabe contextualizar que cuando las bacterias dañinas que causan intoxicación alimentaria, como 'E. coli', invaden el tracto digestivo, las células intestinales generalmente contraatacan expulsando las células infectadas del cuerpo para detener la propagación de la infección.
CUANDO LAS BACTERIAS INVADEN EL INTESTINO, EL CUERPO CONTRAATACA
En concreto, las bacterias inyectan una proteína especial llamada NleL en las células intestinales, la cual descompone las enzimas clave, conocidas como ROCK1 y ROCK2, necesarias para la expulsión de las células infectadas. Sin este proceso, las células infectadas no pueden salir rápidamente, lo que facilita la propagación de las bacterias.
Por lo general, cuando las bacterias dañinas invaden el intestino, el cuerpo contraataca rápidamente. La primera línea de defensa es el revestimiento intestinal, compuesto por células densamente compactas que absorben nutrientes y mantienen las bacterias fuera del torrente sanguíneo. Si una de estas células se infecta, se sacrifica, saliendo del revestimiento intestinal hacia los intestinos para ser eliminada. Esto ayuda a prevenir la propagación de las bacterias.
"Este estudio muestra que las bacterias patógenas pueden impedir que las células infectadas sean expulsadas", indica Isabella Rauch, autora principal del estudio y profesora asociada de microbiología molecular e inmunología en la Facultad de Medicina de OHSU. Es una estrategia completamente diferente a lo que hemos visto antes. Algunas bacterias intentan ocultarse, pero esta bloquea la vía de escape de la célula.
Rauch ha dedicado su carrera al estudio de cómo los tejidos de barrera, como el revestimiento intestinal, interactúan con los microbios y protegen el organismo sin desencadenar constantemente la inflamación. Su trabajo es especialmente relevante tanto para enfermedades infecciosas como para afecciones crónicas como la enfermedad inflamatoria intestinal (EII).
"Ahora sabemos que el revestimiento intestinal no es solo una pared pasiva", confirma. "Estas células son muy eficaces para detectar infecciones de forma temprana y responder a ellas incluso antes de que el sistema inmunitario entre en acción".
IMPIDEN QUE LAS CÉLULAS INFECTADAS SEAN EXPULSADAS RÁPIDAMENTE
El estudio fue una colaboración entre varios científicos, incluidos expertos bioquímicos de Genentech que descubrieron cómo funciona NleL, y el laboratorio de Rauch, que utilizó modelos de tejido intestinal para mostrar los efectos de la proteína en células reales.
"Pudimos demostrar que cuando las bacterias portan esta proteína específica, infectan el intestino con mucha mayor eficacia", aporta Rauch. "Impiden que las células infectadas sean expulsadas rápidamente, lo que les da más tiempo para multiplicarse e infectar más células".
Este descubrimiento podría abrir el camino para nuevos tratamientos que se dirijan a cómo las bacterias causan enfermedades, en lugar de matarlas directamente, como lo hacen los antibióticos.
"Al comprender cómo las bacterias evaden las defensas de nuestro cuerpo, los científicos podrían diseñar terapias antivirulentas que no dependan de antibióticos", informa Rauch. "Esto es fundamental, sobre todo porque la resistencia a los antibióticos sigue aumentando".
Los hallazgos también tienen implicaciones para la salud mundial. Este tipo de E. coli puede ser especialmente peligroso para los niños pequeños, cuyos cuerpos no pueden gestionar la pérdida de líquidos tan bien. Los científicos advierten que el cambio climático y el debilitamiento de los sistemas de seguridad alimentaria podrían aumentar la frecuencia de estas infecciones.
"Este tipo de bacterias ya representan un problema grave en lugares con saneamiento deficiente", asegura Rauch. "Pero con el aumento de las temperaturas y la reducción de la vigilancia de la seguridad alimentaria, también se están convirtiendo en una amenaza creciente en los países desarrollados".
Más allá de las enfermedades infecciosas, el descubrimiento también podría arrojar luz sobre trastornos intestinales como la EII, en la que el revestimiento intestinal pierde demasiadas células con demasiada frecuencia.