VALENCIA 29 Oct. (EUROPA PRESS) -
Los potitos industriales y los caseros contienen un valor nutricional semejante, según un estudio realizado por el jefe de sección de la Unidad de Nutrición y Metabolopatías del Hospital La Fe de Valencia, Jaime Dalmau.
La investigación, realizada en el Instituto de Investigación Sanitaria La Fe (IIS La Fe) en colaboración con la Universidad de Murcia, se han analizado las posibles diferencias entre los potitos industriales y los purés caseros utilizados para la alimentación infantil, que concluye que no existen divergencias importantes entre ambos productos.
Según ha informado la Generalitat en un comunicado, el doctor Dalmau ha destacado "la importancia de analizar el contenido de las papillas infantiles, tanto caseras como industriales, ya que los purés comerciales listos para el consumo han cobrado una gran importancia debido al escaso tiempo del que disponen muchas familias para elaborar los purés de forma casera".
Respecto a las diferencias proteicas detectadas, el informe sostiene que dependen de la variedad cárnica empleada o a la cantidad añadida a la fórmula. En el sodio, los investigadores explican que depende de la formulación y de la cantidad de sal añadida, por lo que en el caso de los purés caseros se corre el riesgo de sobrepasar las concentraciones de sodio recomendadas ya que en la mayor parte de las ocasiones se añade sal "a ojo" o dependiendo del gusto de los padres.
En cuanto al contenido en grasas, las cantidades encontradas tanto en los potitos industriales como en los purés caseros es muy similar, aunque algunas marcas refuerzan el contenido en ácido linoleico y linolénico con la incorporación de aceites de semillas.
INFLUENCIA EN LOS GUSTOS DEL NIÑO
Los investigadores recuerdan que en el periodo comprendido entre los cuatro y los seis meses de vida del niño se produce su maduración digestiva, renal y del sistema inmunitario y el hecho de ofrecerles papillas muy dulces o saladas pueden influir posteriormente en sus preferencias.
Así, el doctor ha recordado que desde los cinco o seis meses se debe comenzar a incluir en la dieta del menor alimentos ácidos de forma progresiva.