MADRID, 23 Jun. (EUROPA PRESS) -
Los mariscos pueden parecer inofensivos en el plato, pero podrían estar llevando consigo un peligro invisible: genes de resistencia a antibióticos de último recurso. Un equipo de investigadores en EEUU ha detectado, por primera vez, genes de resistencia a la colistina en camarones y vieiras importados.
El hallazgo enciende las alarmas sobre cómo la globalización alimentaria está contribuyendo a la silenciosa expansión de la resistencia antimicrobiana.
EL PRIMER AISLAMIENTO DE GENES DE RESISTENCIA A LA COLISTINA
Investigadores de la Universidad de Georgia (Estados Unidos) han identificado recientemente una forma en que se están propagando los genes de resistencia a la colistina: los mariscos importados. En su nuevo estudio, el microbiólogo Issmat Kassem, y su grupo informaron el primer aislamiento de genes de resistencia a la colistina en bacterias encontradas en camarones y vieiras importados, comprados en ocho mercados de alimentos alrededor de Atlanta, Georgia.
Kassem presenta los hallazgos en Los Ángeles en ASM Microbe 2025, la reunión anual de la Sociedad Estadounidense de Microbiología. Además, se publica un artículo complementario en la revista 'mSphere' de la ASM.
"Amamos nuestros mariscos", apunta Kassem. Mucha gente desconoce que la mayoría de los mariscos que se consumen en EE. UU. son importados, advierte, incluyendo aproximadamente el 90 % de los camarones. Los mariscos importados se analizan para detectar contaminantes, pero el proceso no los detecta por completo, especialmente los genes de resistencia a los antimicrobianos.
NO SE ANALIZAN LAS BACTERIAS PORTADORAS
"Normalmente, no se analizan las bacterias portadoras de genes de resistencia a la colistina". Kassem y su grupo también descubrieron que algunos de los genes de resistencia se encuentran en plásmidos, fragmentos redondos de material genético que pueden transmitirse entre bacterias.
Cabe contextualizar que la colistina es un antibiótico potente de último recurso, que se usa solo para tratar a personas con infecciones bacterianas peligrosas y potencialmente mortales que han desarrollado resistencia a otros medicamentos. Pero no es infalible. A nivel mundial, la resistencia a la colistina se está extendiendo, lo que disminuye aún más las opciones de tratamiento y aumenta el riesgo para las personas infectadas.
Por otra parte, las infecciones resistentes a los antimicrobianos matan a cientos de miles de personas en todo el mundo cada año, y la resistencia a los antimicrobianos es una amenaza creciente para la salud pública.
¿QUÉ ES LA COLISTINA?
La colistina se introdujo por primera vez en la década de 1950 para tratar infecciones por bacterias gramnegativas patógenas, pero tiene un alto impacto en los pacientes, incluyendo un mayor riesgo de daño a los nervios y los riñones. Se interrumpió su uso en EEUU en la década de 1980.
Sin embargo, señala Kassem, otros países continuaron utilizándola en entornos agrícolas, tanto para tratar infecciones como para promover el crecimiento animal. La colistina se reintrodujo finalmente en la medicina humana porque era una de las pocas opciones disponibles para tratar ciertas infecciones bacterianas.
La Organización Mundial de la Salud la clasifica como un antibiótico de importancia crítica de alta prioridad, lo que significa que es una opción esencial para el tratamiento de infecciones humanas graves.
En 2016, investigadores descubrieron un gen móvil resistente a la colistina, o mcr, que era "móvil" porque podía transferirse por transmisión lateral en plásmidos que se transmitían entre bacterias. Antes de eso, según Kassem, los investigadores creían que la resistencia a la colistina era hereditaria, no compartida, "lo que significa que no podía transmitirse entre diferentes bacterias".
Los investigadores han identificado al menos 10 mcr.Genes y muchos alelos, o variaciones. Kassem, quien ha estado estudiando la resistencia a los antimicrobianos durante dos décadas, sospechaba que podría propagarse a través de la importación y exportación de alimentos.
"Nuestra comida proviene de diferentes lugares", comenta el autor. "Si sales a almorzar hoy, tu plato podría tener ingredientes de 6, 7 u 8 países. Algunos países no tienen regulaciones estrictas para el uso de antibióticos en la producción animal, por lo que los alimentos importados pueden ser un vehículo para la transmisión de la resistencia".
MARISCOS COMPRADOS EN MERCADOS DE GEORGIA
En un trabajo previo, su grupo encontró genes mcr en muestras de aguas residuales en Georgia; también encontraron el huésped bacteriano que portaba el plásmido que contenía los genes. Normalmente no se analizaba en alimentos que ingresaban a Estados Unidos, comenta. En estudios publicados desde entonces, investigadores han encontrado genes mcr en plásmidos en otros lugares.
Cuando analizaron mariscos comprados en mercados de Georgia, encontraron el mismo huésped bacteriano, los mismos plásmidos y los mismos genes que habían identificado previamente en aguas residuales. "La buena noticia es que no lo encontramos en mariscos producidos localmente", recalca Kassem.
Advierte además que el grupo identificó una fuente de resistencia a la colistina, pero podría haber otras, y es probable que se estén propagando. "Vivimos en un mundo muy conectado", reflexiona. "Nos movemos mucho, viajamos mucho, nuestros alimentos viajan, y vamos a propagar cualquier cosa que surja, incluso a través de las fronteras nacionales. Por lo tanto, es importante invertir en sistemas de monitoreo, ampliarlos y colaborar, especialmente a nivel mundial, en el problema de la resistencia a los antimicrobianos".