MADRID, 5 Ene. (EUROPA PRESS) -
Aunque en diversas ocasiones se ha asegurado que la dieta influye en la salud mental, una revisión llevada a cabo por expertos del Colegio Europeo de Neuropsicofarmacología ha alertado de que la evidencia científica sobre esta afirmación es "relativamente débil".
"Hemos visto que existe una creciente evidencia sobre el vínculo que hay entre una dieta pobre y el empeoramiento de trastornos del estado de ánimo como, por ejemplo, la ansiedad o depresión. Sin embargo, muchas creencias comunes sobre los efectos que provoca en la salud ciertos alimentos no están respaldadas por evidencia científica sólida", ha dicho la autora principal de la investigación, Suzanne Dickson.
Además, tal y como han observado los expertos en el trabajo, los datos epidemiológicos disponibles en la actualidad sobre nutrición y salud mental no proporcionan información suficiente sobre la causalidad o los mecanismos subyacentes. Por ello, han destacado la necesidad de llevar a cabo más estudios de intervención dietética, "adecuadamente controlados y de suficiente duración y especificidad", que demuestren "efectos beneficios" para la salud mental de la dieta.
Y es que, aunque los investigadores han observado que hay algunas áreas donde este vínculo está "firmemente" comprobado, como por ejemplo que la deficiencia de la vitamina B12 puede provocar fatiga, problemas de memoria o depresión, o que la dieta mediterránea aporta beneficios para la salud mental, no hay evidencia científica suficiente que demuestre las ventajas que aportan los suplementos de vitamina D o que hay determinados alimentos que aumentan el riesgo de autismo o trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH).
ESCASEZ DE ESTUDIOS A LARGO PLAZO
"A nivel individual a menudo encontramos pruebas muy variadas. Por ejemplo, con el TDAH podemos ver que un aumento de la ingesta de azúcares refinados puede incrementar el riesgo a padecerlo, mientras que el consumo mayor de frutas y verduras lo reduce, si bien hay pocos estudios que realmente lo demuestren y, los que hay, no han durado lo suficiente como para mostrar efectos a largo plazo", ha apostillado Dickson.
Asimismo, prosigue, sí se ha comprobado científicamente que la nutrición en el útero y en la vida temprana puede tener efectos significativos en la función cerebral en la edad adulta, si bien está siendo "muy difícil" demostrar que haya dietas específicas o complementos dietéticos que mejoren la salud mental en la población general.
"En los adultos sanos, los efectos dietéticos en la salud mental son bastante pequeños, y eso dificulta la detección de estos efectos, ya que puede ser que la suplementación dietética solo funcione si hay deficiencias debido a una dieta pobre. También debemos considerar la genética, dado que diferencias sutiles en el metabolismo pueden significar que algunas personas responden mejor a los cambios en la dieta que otras", han recalcado los investigadores.
Al mismo tiempo, han recordado que los alimentos no son un medicamento, por lo que deben analizarse de manera "diferente", por lo que han insistido en la necesidad de ser "cautelosos" a la hora de sacar conclusiones sobre la "escasa" evidencia científica que hay en la actualidad.
"Esta revisión exhaustiva es muy necesaria ya que arroja luz sobre exageraciones y esperanzas, hechos y ficción en el nuevo campo de la nutrición. Como el impacto social de este campo en rápido desarrollo es enorme, debemos ser científicamente sólidos al hacer nuestras recomendaciones", ha zanjado el presidente del Comité Científico del Programa Científico del Colegio Europeo de Neuropsicofarmacología, Andreas Reif.