MADRID, 7 Ago. (EUROPA PRESS) -
La grasa de palma ha sido descomercializada en países como Francia debido al daño que puede provocar en la salud, sin embargo, esta grasa no es la más perjudicial, pues las trans son "infinitamente" más peligrosas y, además, aumentan el riesgo de infarto o ictus, según la presidenta de la Fundación Vicente Tormo, Emilia Tormo.
Las grasas trans, que están presentes en productos procesados, y de forma escasa y natural en la alimentación, utilizan ácidos grasos saturados, que se manipulan en orden a obtener grasas que se tardan más en enranciar, soportan mejor altas temperaturas y, en general, conservan mejor los alimentos. Además, resultan "sensiblemente" más baratas que las grasas saturadas animales, que aunque también saturadas, están presentes en la cadena alimentaria de forma natural y no afectan al colesterol 'bueno' (HDL).
En este sentido, tanto la grasa de palma como las trans, aumentan el riesgo de subir el colesterol conocido como 'malo' (LDL) y, a diferencia de la primera, las trans también disminuyen el 'bueno', "por lo que tienen un doble efecto nocivo", ha subrayado la doctora Tormo.
"El colesterol conocido como 'bueno' ejerce una labor de limpieza de las arterias fundamental para preservar su salud; el ejercicio físico es imprescindible para subirlo. Un nivel óptimo de este colesterol daría como resultado niveles por debajo de 3,5 al dividir la cifra total de colesterol entre la del 'bueno'. En este sentido, hay que apuntar que la grasa de palma no tiene un efecto nocivo en el colesterol bueno, mientras que otras grasas -especialmente las grasas trans- sí lo tienen", ha añadido.
Por ello, son las grasas trans las que conviene evitar "a toda costa". De hecho, en algunos países como Noruega o Suecia, su utilización en alimentos procesados está marcada con colores fluorescentes en el etiquetado para alertar a la sociedad del peligro que supone su consumo. Estas son fácilmente reconocibles como 'grasas hidrogenadas' o 'parcialmente hidrogenadas'.