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NUEVA YORK, 14 Ene. (Reuters/EP) -
Investigadores de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill, Estados Unidos, han visto que las personas de raza negra y con peores niveles educativos son los que más reducen sus visitas a establecimientos de comida rápida o 'fast-food' cuando estos suben los precios, según un estudio publicado en la edición digital de la revista 'JAMA Internal Medicine'.
La comida rápida siempre se ha asociado a una peor salud de quienes la consumen, de ahí que los investigadores quisieran comprobar si a través de un aumento de precio se puede disuadir o, al menos, reducir en quienes más recurren a ella.
Por ello, analizaron durante más de dos décadas los cambios en los precios de la comida rápida y la salud de 5.115 adultos jóvenes que viven en una de las cuatro ciudades más grandes de Estados Unidos.
Los participantes informaron sobre su consumo de comida rápida y se sometieron a exámenes físicos en 1985, cuando se inició el estudio y después de 7, 10, 15 y 20 años. De todos ellos, 3.537 completaron el estudio en 2006.
Asimismo, también se hizo un seguimiento de los precios de comida rápida durante este periodo, incluyendo establecimientos de pizza, hamburguesas y pollo frito, y los ajustaron a la inflación.
Durante el período analizado (20 años), el consumo global de la comida rápida se redujo, al igual que los precios. Y en un análisis pormenorizado, se vio que las personas de raza negra o los que tienen un menor nivel educativo son los que más recurren a estos alimentos y, asimismo, a quienes más afectan las subidas de precios.
Por ejemplo, cuando la comida rápida cuesta 1,25 dólares por porción, los negros comían una media de 2,2 veces por semana y los blancos 1,55 veces. Pero cuando la porción subía a 1,53 dólares, los negros reducían su consumo a 1,86 veces por semana, mientras que los blancos se mantenían estables, 1,50 veces por semana.
Los investigadores también observaron una relación entre los precios de la comida rápida y la salud. Los precios más bajos se vincularon con un mayor sobrepeso entre los participantes negros, mientras que un menor nivel educativo se asoció a mayores tasas de resistencia a la insulina.
"Cuando la comida rápida es barata, la gente recurre a ella más a menudo, por lo que este bajo precio puede estar contribuyendo a una mayor obesidad", apuntan los autores. Sin embargo, también demuestra que una hipotética subida de precios podría ser más beneficiosa para los grupos de riesgo.