MADRID, 5 Abr. (EUROPA PRESS) -
Siempre recurrimos a lo fácil, a lo rápido, y por desgracia en muchos casos a lo también rico pero nada saludable. Esta podría ser la definición perfecta tanto de la bollería, como de la repostería (aunque sea casera, sí) , un grupo de alimentos ultraprocesados muy habitual en los desayunos, meriendas y picoteos españoles.
El caso es que están elaboradas con altas cantidades de azúcares, de grasas saturadas poco recomendables, y de harinas refinadas (nada de todo esto suena bien). Eso sí, son altamente palatables, es decir, que tienen un sabor y una textura que las hacen muy atractivas al paladar y las convierten en productos de consumo fácil y rápido.
La dietista-nutricionista Raquel Bernácer, experta universitaria en Educación Alimentaria y máster en Nutrigenómica y Nutrición Personalizada, alerta en este sentido, en 'Aprende a desayunar' (Amat Editorial), de que toda esa cantidad de azúcar y de grasas de mala calidad tienen como consecuencia una sensación de saciedad corta, lo que hace que al poco tiempo vuelva el apetito.
El páncreas produce insulina, una hormona que actúa como una llave que abre una puerta específica para que el azúcar entre en las células y que su nivel sanguíneo se mantenga estable, señala la especialista.
"Aunque es un proceso más complejo, pero para que se entienda, cuando los alimentos aportan tanta cantidad de azúcar, ésta entra en el organismo de manera muy rápida, con lo que nuestro pobre páncreas tiene que producir una gran cantidad de insulina. Esto hace que todas esas puertas de las células se abran a la vez y entre el azúcar en ellas. Lo que ocurre a continuación es que, como consecuencia, los niveles de baja azúcar bajan de golpe y se vuelve a tener hambre", agrega.
A su juicio, lo que le debe de quedar claro al consumidor es que para nuestro cuerpo "comer bollería y repostería es como comer azúcar y grasa malas a cucharadas".
Así, Bernácer subraya que el problema de la bollería no es sólo su mala calidad nutricional, alta en calorías vacías, sino que su poco poder saciante hace que comamos de nuevo al poco tiempo de haberla consumido, ingiriendo muchas más calorías de las que nos imaginamos en un corto espacio de tiempo.
En concreto, la bollería y repostería es una categoría de alimentos con un contenido calórico alto, que ronda las 400-500 kilocalorías por cada 100 gramos de producto. A su vez, indica que el aporte de hidratos de carbono refinados es elevado, sobre todo en forma de azúcar, e igualmente elevado de grasas, sobre todo saturadas. "El contenido de grasas es tan alto que puede llegar a representar más del 35% del peso del producto", puntualiza.
Por ejemplo, cita que una magdalena tradicional envasada tiene unas 130 kilocalorías y quien las desayuna no se suele comer solo una. Pensemos que ingiere dos (262 Kcal, 18 gramos de azúcar, 14 gramos de grasas dudosa calidad, y 0,3 gramos de sal). "Si se le añade al café dos sobres de azúcar (16-24 gramos) ya hemos tomado más de la mitad del azúcar que recomienda la OMS", lamenta.
No hay que olvidar tampoco, según Bernácer, que la bollería y la repostería son baratas, tienen una caducidad larga y vienen en presentaciones que las hacen muy atractivas, tanto que incluso algunas incluyen regalos.
La dietista-nutricionista apunta igualmente que el consumo de estos productos no debería preocuparnos únicamente por los ingredientes con los que se prepara, sino también por aquellos productos con los que se consume como lácteos azucarados y con sabores, como batidos de chocolate o vainilla, zumos de frutas, mermeladas, natas, siropes y otros alimentos ricos en grasas y azúcares. En este punto alerta de todos aquellos alimentos saludables que dejamos de tomar por consumir bollería o repostería, como frutas y hortalizas, o frutos secos, por ejemplo.
En este contexto, la experta indica que el consumo de bollería si es esporádico, ocasional, y se sigue una dieta equilibrada, podemos permitirnos un capricho, si bien advierte de que llega un momento en que su consumo deja de corresponderse con una ocasión especial y se convierte en algo más habitual dentro de nuestra dieta; momento en el que sí se convierte en perjudicial.
Por último, advierte de que, "aunque la bollería se vista de casera en forma de repostería, bollería se queda". "La versión hecha en casa sigue cumpliendo con la definición de bollería y repostería, es decir, masas hechas con harinas, azúcar, grasas, leche y huevos. Que hagamos nuestra repostería en casa puede llevarnos a la idea errónea de que es más sana, y por lo tanto, podemos comer mayor cantidad o dejar de comer otros alimentos más saludables. Ojo con esto porque hay que seguir moderando su consumo", sentencia Bernácer.