MADRID, 4 Jun. (EUROPA PRESS) -
El gusto por lo dulce podría no estar determinado por la dieta, según los hallazgos de un nuevo ensayo controlado aleatorio de la Universidad de Wageningen (Países Bajos), que sugieren que comer más alimentos dulces no aumenta la preferencia por los sabores dulces.
Los investigadores descubrieron que después de seis meses de dietas con distintas cantidades de alimentos dulces, la preferencia de los participantes del estudio por el dulzor seguía siendo la misma, sin importar cuántos alimentos dulces comieran.
"También descubrimos que las dietas con mayor o menor dulzor no se asociaron con cambios en el consumo de energía ni en el peso corporal", apunta el investigador principal del estudio, el doctor Kees de Graaf, profesor emérito de ciencias sensoriales y comportamiento alimentario en la División de Nutrición y Salud Humana de la Universidad de Wageningen.
"Aunque muchas personas creen que los alimentos dulces promueven una mayor ingesta de energía, nuestro estudio demostró que el dulzor por sí solo no es el responsable del consumo excesivo de calorías", señala.
Eva Cad, investigadora doctoral de la Universidad de Wageningen, presenta los hallazgos en NUTRITION 2025 , la reunión anual insignia de la Sociedad Estadounidense de Nutrición que se celebrará del 31 de mayo al 3 de junio en Orlando (Estados Unidos).
"La mayoría de los estudios que examinan los efectos de la exposición repetida al sabor dulce en el gusto o la preferencia por lo dulce han sido a corto plazo, abarcando periodos de hasta un día", argumenta de Graaf. "Sin datos consistentes sobre los efectos a largo plazo, la pregunta fundamental de si las preferencias por lo dulce son modificables ha quedado sin respuesta".
Para abordar esta brecha de investigación, los investigadores realizaron un estudio basado en un enfoque validado para medir las preferencias por el sabor dulce, utilizando alimentos y bebidas desarrollados específicamente para el ensayo y no administrados como parte de las dietas de intervención. El riguroso diseño siguió un protocolo prerregistrado y aprobado por ética, con estricto cumplimiento durante todo el ensayo.
Para el estudio, tres grupos de aproximadamente 60 voluntarios (180 participantes en total) recibieron dietas con alimentos predominantemente dulces, menos dulces o una combinación de ellos. Esto se logró mediante la entrega de paquetes de comida y bebida cada dos semanas durante seis meses, que cubrían aproximadamente la mitad de la alimentación diaria de cada participante. Los participantes recibieron menús diarios como guía, pero podían consumir la cantidad que desearan de los alimentos proporcionados.
Los investigadores clasificaron los alimentos según su dulzor utilizando datos de su estudio previo, que midió la intensidad del sabor en unos 500 alimentos holandeses de consumo habitual. Los productos dulces incluían mermelada, chocolate con leche, lácteos azucarados y bebidas azucaradas. Los productos no dulces incluían jamón, queso, mantequilla de cacahuete, hummus, palomitas de maíz saladas y agua con gas.
Se evaluó la preferencia de cada persona por el sabor dulce antes de comenzar la dieta de intervención, dos veces durante la dieta, inmediatamente después de finalizarla y uno y cuatro meses después de que las personas dejaran de seguir la dieta asignada. Los investigadores también analizaron la ingesta total de energía y macronutrientes, la ingesta dietética durante el ensayo y parámetros fisiológicos como el peso corporal, la composición corporal y marcadores sanguíneos de riesgo de diabetes y enfermedades cardiovasculares, como la glucosa, la insulina y el colesterol.
Para garantizar la ausencia de factores de confusión, se comparó la composición de carbohidratos, grasas y proteínas de los alimentos y bebidas proporcionados a cada grupo. También se asignó aleatoriamente a personas con sexo, edad y peso corporal similares para evitar grandes diferencias entre los grupos.
Los investigadores descubrieron que una menor exposición a alimentos dulces no provocó cambios en las preferencias por el sabor dulce, ni en la percepción del mismo, ni en la elección de alimentos ni en la ingesta energética. Asimismo, el grupo que consumió más alimentos dulces no experimentó una mayor preferencia por estos alimentos. Tampoco encontraron asociación entre la cantidad de alimentos dulces consumidos y los cambios en el peso corporal ni en los biomarcadores de diabetes y enfermedades cardiovasculares. Tras la intervención, los participantes recuperaron de forma natural sus niveles basales de consumo de alimentos dulces en los seguimientos de 1 y 4 meses.
"Este es uno de los primeros estudios que mide y ajusta el dulzor en toda la dieta dentro de un rango realista de lo que las personas realmente consumen", insiste de Graaf. "Esto es importante porque algunas personas evitan los alimentos dulces, creyendo que la exposición regular aumentará su preferencia por el dulzor; sin embargo, nuestros resultados demuestran que no es así".
A continuación, los investigadores quieren repetir el estudio con niños, un grupo que todavía puede ser flexible en la formación de sus preferencias gustativas y hábitos alimentarios.