MADRID, 14 Oct. (EUROPA PRESS) -
Aunque muchos piensen que basta con evitar los postres para controlar la glucosa, la realidad es más compleja. El exceso de azúcar, incluido el oculto en alimentos cotidianos como el pan, los yogures de sabores, o las salsas, favorece la resistencia a la insulina, acelera el envejecimiento celular, y aumenta el riesgo de cansancio, de insomnio, de sobrepeso, y de inflamación crónica. Expertos advierten: reducirlo al mínimo puede ser clave para vivir más y mejor.
Esta es la teoría que maneja en 'El efecto de la glucosa' (Zenith) tal y como nos confiesa en una entrevista con Europa Press Salud Infosalus Diana Díaz Rizzolo, especialista en medicina traslacional y biomedicina, y dietista-nutricionista.
Para explicarlo inicia su discurso zanjando una idea y es que, tal y como defiende: "El azúcar y la glucosa son términos distintos". Nos cuenta que cuando hablamos de glucosa hablamos de una pequeña molécula que proporciona energía a las células de nuestro cuerpo, y que nos permite realizar funciones vitales. "Se obtiene principalmente de los alimentos (carbohidratos simples y azúcares añadidos)", precisa en el libro, que acaba de salir a la venta.
Así, indica que la glucosa que viaja por la sangre es usada como combustible por las células y, para ello, necesita la acción de una hormona, la insulina, que es "la llave que permite el acceso de la glucosa a la célula". Ésta se produce en el páncreas, según precisa la también profesora en la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universitat Oberta de Catalunya, un órgano que cuenta con unos sensores que le avisan si se detecta glucosa en sangre, de forma que empieza a secretar insulina.
EL ENVEJECIMIENTO PREMATURO
Dice Díaz que cuando el páncreas secreta insulina, la glucosa puede penetrar en las células, disminuyendo así la concentración de esta última en sangre. Eso sí, cuando hay un excedente de glucosa en la sangre sostiene esta experta que pueden producirse una serie de eventos que alteran el equilibro de nuestro cuerpo: "Un exceso de glucosa en el cuerpo se puede volver patológico y puede acelerar algo normal como es el envejecimiento, dando lugar al envejecimiento prematuro".
Después, señala que el excedente de glucosa se almacena en el hígado y en los músculos, "un mecanismo natural muy beneficioso para asegurarnos unas reservas de energía y sin obligarnos a estar consumiendo alimentos cada poco rato", si bien advierte esta investigadora que cuando la glucosa sobrepasa la capacidad de los depósitos, ese exceso se puede transformar en grasa, acumulándose en el tejido adiposo, o bien permanecer en el torrente sanguíneo. "Esta situación nos lleva a diversos procesos fisiológicos que se relacionan directamente con el envejecimiento prematuro", distingue esta experta.
Por eso insiste en la idea de que el azúcar puede convertirse en un "acelerador silencioso del envejecimiento celular"; recordando, eso sí, que la genética desempeña un papel crucial en nuestra longevidad, al mismo tiempo que también, nuestro estilo de vida puede inclinar la balanza en una dirección u otra.
"El consumo excesivo y prolongado de azúcar desencadena un verdadero atasco metabólico. La rigidez metabólica dificulta la gestión del peso y de la energía diaria, acelerando el envejecimiento y reduciendo nuestra calidad de vida", agrega.
Además, destaca Diana Díaz que el consumo excesivo de azúcar no sólo no es una "amenaza" para nuestros niveles de glucosa, sino que también es un "detonante silencioso de la inflamación crónica", que aumenta el riesgo de enfermedades graves.
CUÁNTA AZÚCAR DEBEMOS CONSUMIR
Con ello, le preguntamos a esta experta en nutrición cuánta azúcar debemos consumir para no envejecer prematuramente, para que no se produzca este efecto, y apunta a que en el caso de la OMS, esta entidad habla de un máximo de hasta un 5% de las calorías diarias, unos 25 gramos en una dieta de unas 2.000 calorías, "aunque lo recomendado siempre será el consumo cercano a cero", insiste.
Esa cantidad que cita la OMS equivaldría a seis cucharadas al día, según prosigue, una cantidad que parece fácilmente controlable, según apunta, si bien el gran problema no viene de la cantidad de azúcar que añadimos como tal a nuestros alimentos y bebidas, sino a todo el azúcar escondido que consumimos a lo largo del día (a veces en el pan, bebidas vegetales como la de avena, yogur si es de sabores, salsa de tomate, galletas aunque sean integrales, por ejemplo, membrillo, el zumo de naranja, la miel, etc).
OTRAS SECUELAS DEL CONSUMO DE AZÚCAR
En último lugar, Diana Díaz sostiene que el azúcar acelera los procesos de envejecimiento de nuestro cuerpo, pero también su impacto puede ir más allá favoreciendo el cansancio crónico, el insomnio, el estrés sostenido, el sobrepeso, y la pérdida de masa muscular.
"La privación de sueño, sea por insomnio, o por horarios rotativos, por ejemplo, puede desencadenar una serie de efectos adversos, entre ellos el exceso de glucosa, que pueden acelerar el envejecimiento y deteriorar nuestra calidad de vida. Cuando pasamos una mala noche, en las 24 horas posteriores somos intolerantes a la glucosa, o menos eficientes con ella, y ésta se quedará dando vueltas en la sangre más tiempo; pero también una mala noche hace que se active el sistema de recompensa, esa búsqueda de placer porque no hemos descansado, y se busquen alimentos con más azúcar y grasa; pero es que, además, sabemos que el consumo de azúcar por la tarde y por la noche se relaciona con una peor calidad del sueño esa noche siguiente", aclara esta investigadora.