Las dietas enriquecidas o suplementadas en vitamina C se asocian con "un menor riesgo" de padecer enfermedades cardiovasculares o cáncer
MÁLAGA, 26 Nov. (EUROPA PRESS) -
Investigadores del departamento de Biología Molecular y Bioquímica del Instituto de Hortofruticultura Subtropical y Mediterránea La Mayora --centro mixto de la Universidad de Málaga (UMA) y el CSIC--, así como del Instituto Andaluz de Investigación y Formación Agraria y Pesquera (Ifapa) han conseguido aumentar un 15 por ciento el contenido en vitamina C del tomate a partir de un gen de la fresa.
Los expertos han utilizado técnicas de ingeniería genética para elaborar un producto con aporte extra de ácido ascórbico y mayor capacidad antioxidante, ha indicado la Fundación Descubre en una nota.
El tomate es uno de los frutos de mayor consumo en la dieta mediterránea, si bien su contenido en vitamina C o ácido ascórbico se sitúa en torno a los 15-20 miligramos cada 100 gramos, una cantidad, según los expertos, "relativamente baja" en comparación con otras especies vegetales como los cítricos, el kiwi, la papaya o la fresa.
El organismo humano no produce por sí solo la vitamina C, sino que la adquiere a través de frutas y verduras. Dado que el tomate tiene poca cantidad de este nutriente, pero es uno de los cultivos más consumidos y de mayor importancia a nivel agrario y económico, han considerado que era el alimento "adecuado" para mejorar "su calidad nutritiva".
El investigador de la Universidad de Málaga responsable de este proyecto, Victoriano Valpuesta, ha explicado que, para ello, han seleccionado un gen de la fresa que participa en la producción de ácido ascórbico.
"Esta fruta es de las que presenta un mayor contenido en vitamina C gracias a uno de sus genes, el que produce la proteína D-galacturotano reductasa. Éste ya se había transferido con éxito en lechuga, aumentando el porcentaje de vitamina C en un 200 por ciento. Sin embargo, nunca se había probado en tomate", apunta el investigador.
Los análisis realizados a los nuevos frutos obtenidos mediante modificación genética han confirmado un incremento del 15 por ciento de esta vitamina antioxidante, ante lo que los expertos han afirmado que se trata de "un aumento moderado", ya que, en general, modificar los niveles de este compuesto en una planta resulta "difícil" debido a que "están muy controlados".
Así, cuando los niveles de vitamina C se alteran, el organismo pone en marcha una serie de recursos para mantenerlos "estables". Son los denominados 'mecanismos homeostáticos', que se activan ante un desequilibrio interno, como en este caso, el incremento de vitamina C.
POTENTE ANTIOXIDANTE
Entre las ventajas que reporta el aporte extra de este nutriente, Valpuesta ha señalado sus efectos beneficiosos sobre la salud humana. Y es que, como asegura, aunque la deficiencia de ácido ascórbico "no es común" en los países desarrollados, las dietas enriquecidas o suplementadas en vitamina C se asocian con "un menor riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares o cáncer".
Esta influencia sobre la salud se debe a la capacidad antioxidante del ácido ascórbico que frena el daño causado por un exceso de radicales libres. Estas moléculas se forman en muchos procesos del cuerpo humano, por ejemplo, en el sistema inmune cuando se defiende de virus y bacterias. De igual manera, el ácido ascórbico es una molécula clave en las plantas para protegerse de un exceso de radiación solar durante la fotosíntesis.
No obstante, hay otros factores externos, como una mala alimentación o la contaminación, que pueden incrementar la oxidación. El cuerpo controla los radicales libres que se producen de forma natural, pero si hay un exceso se originan ciertos daños, y, en este sentido, una de las formas de combatir los efectos negativos de estas moléculas es el consumo de antioxidantes.
ALIMENTOS CON NUEVOS ADN
El proceso para modificar el producto genéticamente se ha desarrollado en laboratorio. A través de diversas técnicas, que se recogen en el artículo 'Increased antioxidant capacity in tomato by ectopic expression of the strawberry D-galacturonate reductase gene', publicado en la revista Biotechnology Journal, los expertos transfieren el gen de la fresa a la planta del tomate.
A continuación, las tomateras pasan al invernadero donde son cultivadas hasta la fase de fructificación. Cuando los nuevos frutos han alcanzado la plena maduración, es decir, todo el tomate era de color rojo, los investigadores han determinado su contenido en vitamina C y su capacidad antioxidante.
El resultado de este procedimiento es un fruto con un ADN modificado. La ingeniería genética consiste en la modificación del genoma de una especie, ya sea transfiriendo un gen de otra variedad, es decir, un gen exógeno, o alterando los que tiene la propia planta.
Según Valpuesta, en el mundo hay unos 200 millones de hectáreas cultivadas con organismos modificados genéticamente. "La ingeniería genética, con todas sus precauciones, debe contemplarse como una solución para crear productos con un valor nutritivo añadido", concluye.
Tras finalizar este proyecto, financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad, los investigadores centrarán sus trabajos en la mejora de la calidad de la fresa y en el estudio del genoma del olivo, una herramienta básica para profundizar en el conocimiento de este árbol de origen mediterráneo.