MADRID, 29 Jun. (EUROPA PRESS) -
Investigadores de la Universidad de Brock en Ontario (Canadá) han llevado a cabo un estudio que sugiere que una dieta alta en grasas y azúcar, combinada con el envejecimiento, puede ser un factor de riesgo para desarrollar enfermedad de Alzheimer.
El estudio, publicado en la revista 'Physiological Reports', ha analizado los efectos de una dieta que induce la obesidad en la señalización de la insulina (el proceso que le dice al cuerpo cómo usar el azúcar) y marcadores de inflamación y estrés celular. Así, han descubierto que estos factores están involucrados en la progresión de la enfermedad de Alzheimer durante el proceso de envejecimiento en ratones.
Un grupo de ratones recibió una dieta alta en grasas y azúcar ( conocida como HFS, por sus siglas en inglés), mientras que el grupo de control siguió una dieta normal. Los investigadores midieron los niveles de inflamación y estrés de los animales en el hipocampo y la corteza prefrontal en el cerebro después de 13 semanas con las dietas asignadas.
Después, compararon los cerebros de los ratones viejos con los de un grupo más joven de ratones de referencia. Comparado con el grupo de control, el grupo HFS tenía marcadores significativamente más altos de inflamación, resistencia a la insulina (señalización alterada de la insulina) y estrés celular en áreas del hipocampo que están involucradas en la progresión de la enfermedad de Alzheimer.
La región de la corteza prefrontal del grupo HFS mostró más signos de resistencia a la insulina, pero los marcadores de inflamación y estrés celular no cambiaron. "Las diferencias específicas de la región entre la corteza prefrontal y el hipocampo en respuesta al envejecimiento con una dieta HFS indican que la patología de la enfermedad no es uniforme en todo el cerebro", han explicado los investigadores.
Los niveles de inflamación del grupo control también aumentaron después del ensayo en comparación con las lecturas iniciales. Estos resultados respaldan la teoría de que el envejecimiento por sí solo desempeña un papel en la progresión de la enfermedad de Alzheimer, y la obesidad exacerba los efectos del envejecimiento sobre la función cerebral.