MADRID, 22 Oct. (EUROPA PRESS) -
Al estudiar el efecto de las variaciones genéticas en la vida útil a lo largo del genoma humano, investigadores han ideado una manera de estimar si un individuo puede esperar vivir más o menos que el promedio, y tener un conocimiento científico avanzado de las enfermedades y las vías celulares involucradas en el envejecimiento. Sus hallazgos se presentan en la reunión anual de la Sociedad Americana de Genética Humana (ASHG, por sus siglas en inglés) 2018, que se celebra en San Diego, California, Estados Unidos.
El autor encargado de presentar los resultados, Paul Timmers, estudiante graduado de la Universidad de Edimburgo, Escocia, y un grupo internacional de colaboradores se propusieron identificar los factores genéticos clave de la vida. En el estudio de asociación sobre la duración de la vida del genoma más grande hasta la fecha, combinaron datos genéticos de más de 500.000 participantes en el Biobanco de Reino Unido y otras cohortes con información sobre la vida útil de los padres de cada participante.
En lugar de estudiar los efectos de uno o más genes seleccionados en la esperanza de vida, analizaron todo el genoma para responder la pregunta de forma más abierta e identificar nuevas vías para explorar en trabajos futuros. Debido a que el efecto de cualquier gen dado es tan pequeño, el gran tamaño de la muestra fue necesario para identificar genes relevantes para la vida útil con suficiente poder estadístico, explica Timmers.
Usando esta muestra, los investigadores validaron seis asociaciones previamente identificadas entre los genes y el envejecimiento, como el gen APOE, que se ha relacionado con el riesgo de enfermedad neurodegenerativa. También descubrieron 21 nuevas regiones genómicas que influyen en la vida útil.
Utilizaron sus resultados para desarrollar un puntaje de riesgo poligénico para la vida útil: un puntaje genómico único y personalizado que estima la probabilidad genética de una persona de una vida más larga. Basado en las contribuciones ponderadas de las variantes genéticas relevantes, este puntaje permitió a los investigadores predecir qué participantes probablemente vivirían más tiempo.
"Al usar solo la información genética de una persona, podemos identificar al 10 por ciento de las personas con los genes más protectores, que vivirán un promedio de cinco años más que el 10 por ciento menos protegido", afirma Timmers.
Los científicos también querían saber si las variantes genéticas estaban afectando el proceso de envejecimiento directamente o el riesgo de enfermedades individuales que podrían conducir a la muerte. Encontraron que, entre las variantes comunes, las variantes encontradas en al menos 1 de cada 200 personas, aquellas relacionadas con la enfermedad de Alzheimer, las patologías cardiacas y las afecciones relacionadas con el hábito de fumar estaban vinculadas a la esperanza de vida general.
EL CEREBRO, UN ÓRGANO IMPORTANTE PARA LA DURACIÓN DE LA VIDA
En particular, no encontraron asociaciones de vida para otros tipos de cáncer, lo que sugiere que la susceptibilidad a la muerte causada por otros tipos de cáncer se debe a variantes genéticas más raras o al medio ambiente. "Este fue un resultado interesante --cuenta Timmers--. Sospechamos que las variantes que encontramos, como el tabaquismo y la enfermedad de Alzheimer, pertenecen únicamente al periodo moderno de la historia humana".
Y añade: "Por ejemplo, una propensión genética al tabaco no era perjudicial antes de que descubriéramos el tabaco, pero lo es ahora. Como la selección natural aún no ha tenido muchas generaciones para actuar sobre estas variantes, las variantes todavía son bastante comunes".
Además, los científicos examinaron los tipos de células y las vías de proteínas en las que las variantes genéticas asociadas con la vida útil tuvieron el mayor efecto. Encontraron que los genes desempeñaban funciones clave en las células cerebrales fetales y en las células de la corteza prefrontal de adultos, con efectos particulares en las vías relacionadas con el metabolismo de las grasas. Juntos, señala. Timmers, estos hallazgos resaltan al cerebro como un órgano importante en la determinación de la duración de la vida y ofrecen una buena oportunidad para estudios de seguimiento.
Para aprovechar sus hallazgos, los investigadores planean estudiar cómo las variantes y las vías funcionales que identificaron afectan a la vida útil. Por ejemplo, quieren averiguar si estas vías están asociadas con enfermedades únicas que tienen implicaciones para la longevidad o un espectro más amplio de enfermedades relacionadas con la edad. Al comprender mejor cómo interactúan estas vías entre sí, en última instancia, esperan identificar formas de retardar el envejecimiento y la aparición de patologías que mejoren la duración y la calidad de vida.