MADRID, 16 Feb. (EUROPA PRESS) -
Las sustancias químicas en las áreas que rodean a los tumores, conocidas como microambiente tumoral, interfieren el sistema inmunológico y permiten que el cáncer evite su ataque, según un nuevo estudio publicado en la revista 'Nature', que sugieren que un fármaco que está ya en pruebas podría potenciar la inmunoterapia contra el cáncer.
La investigación ha sido realizada por un equipo de científicos del UPMC Hillman Cancer Center y la Facultad de Medicina de la Universidad de Pittsburgh, en Estados Unidos, dirigido por Greg Delgoffe, profesor asociado de inmunología de esta universidad.
Al interrumpir el efecto del microambiente tumoral en las células inmunitarias de los ratones, los investigadores pudieron reducir el tamaño de los tumores, prolongar la supervivencia y aumentar la sensibilidad a la inmunoterapia.
"La mayoría de las personas no responden a la inmunoterapia --explica Delgoffe--. La razón es que realmente no entendemos cómo se regula el sistema inmunológico dentro de este microambiente tumoral alterado".
El sistema inmunológico está formado por muchos tipos de células, las principales de las cuales son las células T. De ellas, un tipo, llamado linfocitos T asesinos, combate a los invasores, como los virus, las bacterias e incluso el cáncer. Otro tipo, llamado células T reguladoras, o células T-reg para abreviar, contrarresta las células T asesinas actuando como protectores de las células que pertenecen al cuerpo.
Las células T-reg son importantes para prevenir enfermedades autoinmunes, como la diabetes tipo I, la enfermedad de Crohn y la esclerosis múltiple, donde las células T asesinas hiperactivas atacan los tejidos sanos del cuerpo.
Para que todas estas diferentes células inmunitarias hagan su trabajo, necesitan producir energía. El equipo de Delgoffe estudió cómo estos diferentes tipos de células T tienen diferentes apetitos y cómo los tumores, que tienen un gran apetito, compiten por los nutrientes con las células inmunitarias infiltradas. Los investigadores encontraron que las células T asesinas y las células T reguladoras tienen apetitos muy diferentes, y las células cancerosas aprovechan esto.
"El cáncer es consciente de toda la situación --explica Delgoffe--. Las células cancerosas no solo matan de hambre a las células T que las matarían, sino que en realidad alimentan a estas células T reguladoras que las protegerían".
En resumen, el equipo de Delgoffe descubrió que los tumores devoran todos los nutrientes vitales a su alrededor que las células T asesinas necesitarían para atacar. Además, también excretan ácido láctico, que alimenta a las células T reguladoras y las convence de hacer guardia.
Las T-reg pueden convertir el ácido láctico en energía, utilizando una proteína llamada MCT1, por lo que acariciar el tumor es una buena forma de que estas células inmunitarias se mantengan alimentadas.
"¿Qué mejor manera de reclutar una célula que la comida? --razona Delgoffe--. Luego, utilizando ratones con melanoma, los investigadores encontraron que silenciar el gen que codifica la proteína MCT1 hacía que el crecimiento tumoral se ralentizara. Los ratones también vivieron más".
"Matamos de hambre a las T-regs --relata Delgoffe--. Cuando las células T-reg no están siendo sostenidas por el tumor, las células T asesinas pueden entrar y matar el cáncer".
Cuando el equipo de Delgoffe combinó la inhibición de MCT1 con inmunoterapia, los efectos anticancerígenos fueron más fuertes que cualquiera de las estrategias por sí solas. Clínicamente, se podría lograr el mismo efecto con medicamentos que inhiben la MCT1, uno de los cuales se está probando actualmente en personas con linfoma avanzado y parece ser bien tolerado.