MADRID, 31 May. (EUROPA PRESS) -
El lado oscuro de los analgésicos es el aumento dramático de su uso y su capacidad para activar el abuso, la adicción y miles de muertes por sobredosis cada año en Estados Unidos. A ello, se suma ahora que los opioides como la morfina cusan, paradójicamente, un aumento del dolor crónico en ratas de laboratorio, hallazgos que podrían tener implicaciones de largo alcance para los seres humanos, según un nuevo estudio de la Universidad de Colorado en Boulder, Estados Unidos.
Dirigido por el profesor asistente de investigación de la Universidad de Colorado, Peter Grace, y la profesora Linda Watkins, el estudio mostró que sólo unos pocos días de tratamiento con morfina provocaron dolor crónico que se prolongó durante varios meses al exacerbar la liberación de las señales de dolor a partir de células inmunes específicas en la médula espinal. Los resultados sugieren que la reciente escalada de la receta de opiáceos en los seres humanos puede ser un contribuyente al dolor crónico, apunta Grace.
"Estamos demostrando, por primera vez, que incluso una breve exposición a los opioides puede tener efectos negativos a largo plazo sobre el dolor", afirma Grace, miembro junto con Watkins del Departamento de Psicología y Neurociencia de la Universidad de Colorado. "Hemos encontrado que el tratamiento estaba contribuyendo al problema", afirma este investigador, cuyo trabajo se detalla en un artículo publicado este lunes en 'Proceedings of the National Academy of Sciences'.
El estudio mostró que una lesión del nervio periférico en ratas envía un mensaje a partir de células nerviosas dañadas a las células inmunes de la médula espinal conocidas como células gliales, que normalmente actúan como "amas de casa" para eliminar los desechos y microorganismos no deseados. La primera señal de dolor pone a las células gliales en modo de alerta, preparándolas para la acción futura. "Yo lo veo como subir un regulador de intensidad en la médula espinal", pone como ejemplo Grace.
DETECTAN INFLAMACIÓN DE LA MÉDULA ESPINAL
Cuando la lesión se trató con opioides sólo durante cinco días, las células gliales fueron a toda velocidad, provocando una cascada de acciones, incluyendo la inflamación de la médula espinal. Watkins apunta que las señales del dolor inicial a la médula espinal y el tratamiento posterior inducido por la morfina es un proceso de dos golpes, que se asemeja a pegar el rostro de una persona.
"Es posible que salir de la primera bofetada, pero no de la segundo -subraya--. Este doble golpe hace que las células gliales exploten en cuanto a la actividad, haciendo que las neuronas del dolor actúen salvajemente".
El equipo descubrió que las señales de dolor de una lesión periférica combinadas con el posterior tratamiento de morfina actuaron juntos para causar una cascada de señalización celular glial. La cascada produce una señal celular de una proteína llamada interleucina-1 beta (IL-1B), lo que aumenta la actividad de las células nerviosas sensibles al dolor en la médula espinal y el cerebro. Eso puede suponer un aumento de la duración del dolor durante varios meses.
"Las implicaciones para las personas que toman opioides como morfina, oxicodona y metadona son grandes, ya que mostramos que la decisión a corto plazo de tomar opioides puede tener consecuencias devastadoras de empeorar el dolor y hacerlo más duradero --apunta Watkins--. Éste es una parte muy fea de los opioides que no se había reconocido antes".
En la parte positiva, los investigadores han encontrado maneras de bloquear receptores específicos en las células gliales que reconocen los opioides, lo que podría permitir un cierto alivio del dolor y prevenir potencialmente el dolor crónico. El equipo empleó una tecnología de diseño de fármacos conocida como DREADD para desactivar selectivamente células gliales específicas, algo que no se ha hecho antes, según Grace.