MADRID, 28 Oct. (EUROPA PRESS) -
Los pacientes con cánceres avanzados que tomaron un medicamento diseñado para aliviar el estreñimiento causado por los analgésicos vivieron más tiempo y tuvieron menos progresión del tumor que los pacientes de cáncer que no recibieron el fármaco, según los resultados del estudio presentados en la reunión de 2015 de la Sociedad Americana de Anestesiólogos, que se celebra en San Diego, Estados Unidos.
El hallazgo sugiere que el medicamento --metilnaltrexona, aprobado para su uso por la agencia estadounidense del Medicamento (FDA, por sus siglas en inglés) en 2008 para tratar el estreñimiento inducido por opioides-- podría desempeñar un papel en la terapia del cáncer.
"Al principio, comenzamos a sospechar que la metilnaltrexona podría inhibir el crecimiento del cáncer --apunta Jonathan Moss, autor principal del estudio y profesor de Anestesia y Cuidados Intensivos en la Universidad de Chicago, Estados Unidos--. Después de más de una década en el laboratorio tratando de evaluar cómo afecta metilnaltrexona al cáncer, tenemos la primera evidencia de que puede reducir el crecimiento del tumor y prolongar la supervivencia en los pacientes que responden al fármaco".
El estudio, un análisis de supervivencia retrospectivo, incluyó a 229 pacientes que participaron en dos ensayos clínicos aleatorizados y controlados que se centraron en el alivio del estreñimiento en los pacientes que reciben cuidados paliativos de varios tipos de cáncer en última etapa y otras enfermedades terminales. Ninguno de los pacientes incluido respondió a los laxantes convencionales.
En estos dos ensayos, 117 pacientes con cáncer recibieron metilnaltrexona (comercializado como 'Relistor') para el estreñimiento inducido por opioides, mientras que a 112 se les dio un placebo. El 57 por ciento de los pacientes que recibió metilnaltrexona experimentó alivio del estreñimiento y 43 por ciento, no.
Los que recibieron y respondieron a la metilnaltrexona vivieron, en promedio, el doble de tiempo (118 días frente a 58 días) que los que no obtuvieron ningún efecto o recibieron el placebo. Los pacientes que respondieron a la metilnaltrexona también presentaron significativamente menos informes de progresión tumoral (7,6 por ciento) en comparación con los que no se beneficiaron del fármaco (22 por ciento) o que tomaron placebo (25,4 por ciento), según los informes médicos de los eventos adversos.
Los investigadores también analizaron los efectos de la metilnaltrexona en otros 135 pacientes de los mismos ensayos que sufrían enfermedades avanzadas distintas del cáncer, como insuficiencia cardiaca congestiva, enfermedad pulmonar obstructiva crónica avanzada o patologías neurológicas. La metilnaltrexona alivió el estreñimiento en más de la mitad de los pacientes, pero no proporcionó más supervivencia, incluso para los que respondieron a efectos digestivos del fármaco.
"Esto hace que sea mucho menos probable que una mejora de la función intestinal sea la única explicación de nuestro hallazgo de mejora de la supervivencia en pacientes con cáncer", afirma el coautor del estudio Filip Janku, profesor asistente de investigación en terapéutica del cáncer en el Centro de Cancer MD Anderson de la Universidad de Texas, en Houston, Estados Unidos.
"No estamos seguros de por qué precisamente metilnaltrexona se asocia con un menor número de informes de progresión tumoral y supervivencia más larga en nuestros pacientes", dice Janku. "Pero podría ser que metilnaltrexona influye en varios efectos secundarios de los opioides no relacionados con el alivio del dolor. Los resultados son consistentes con lo que vimos en el laboratorio", añade.
La metilnaltrexona fue inventada en 1979 por el fallecido farmacólogo de la Universidad de Chicago Leon Goldberg. Afectado por el sufrimiento de un amigo con cáncer que se quejó más de su estreñimiento inducido por la morfina que de su dolor relacionado con el cáncer, Goldberg probó derivados de naltrexona, un fármaco conocido por bloquear la morfina.
Este expertos desarrolló una versión de la naltrexona que no podía atravesar la barrera protectora que rodea y protege el cerebro, de manera que bloqueó los efectos de la morfina sobre los intestinos, donde causa estreñimiento doloroso, pero no interfirió con el efecto beneficioso de la morfina sobre el dolor, centrado en el cerebro. Casi tres décadas más tarde, obtuvo la aprobación de la FDA y desde entonces, más de 800.000 pacientes han recibido el medicamento.
Mientras tanto, surgió la sospecha de que los opiáceos como la morfina podrían alentar el crecimiento del cáncer. En 2002, Moss y sus colegas comenzaron a notar que algunos enfermos con cáncer en los primeros estudios de metilnaltrexona vivían más tiempo de lo esperado, lo que les llevó a preguntarse si habría un efecto directo en los tumores.
Moss y su colega Patrick Singleton, profesor asistente de Medicina en la Universidad de Chicago, vieron posteriormente que las células de diversos cánceres humanos tienen muchos más receptores opioides que las células no cancerosas. En el laboratorio, mostraron cómo la morfina puede aumentar la proliferación, la migración y la invasión de las células tumorales.
"También encontramos que la metilnaltrexona redujo el crecimiento del tumor y se extendió en varios modelos de cáncer --subraya Singleton--. Algunos de nuestros hallazgos con metilnaltrexona se produjeron sin opioides, lo que sugiere que el receptor opioide y su vía pueden ser una diana terapéutica para el tratamiento del cáncer".
"Sin embargo, los modelos animales no siempre se traducen en los seres humanos -agrega--. Es emocionante ver nuevos datos clínicos humanos que son consistentes con lo que vimos en el laboratorio". Moss añade que se debe probar directamente si se pueden ampliar sus sresultados al tratamiento en cánceres en etapas anteriores o si el medicamento puede ayudar a los médicos anestesiólogos a mejorar la atención durante la cirugía del cáncer, en la cual se administran a menudo opioides.
"Este estudio plantea nuevas preguntas sobre el papel de los receptores opiáceos en la progresión del cáncer", afirma Ralph Weichselbaum, presidente de Oncología de Radiación y co-director del Centro Ludwig para la Investigación de la Metástasis en la Universidad de Chicago. Algunas d elas cuestiones que quedan abiertas son si los receptores opiáceos podrían convertirse en un objetivo terapéutico o cuáles son los efectos secundarios significativos de los opiáceos en el tratamiento del cáncer.