Entre el desahogo y la frustración: el equilibrio de la queja

Enfadada, saturada, queja, agobiada, agobio.
Enfadada, saturada, queja, agobiada, agobio. - GETTY IMAGES / STOCK_COLORS - Archivo
Publicado: sábado, 3 agosto 2019 7:59

   MADRID, 3 Ago. (EDIZIONES) -

   Mi jefe me tiene harto, es imposible cambiar de trabajo, no disfruto de mi tiempo libre o hay que ver cómo va el país. Quejas habituales que pueden salir de la boca de cualquiera de nosotros. El ejercicio de la queja puede tener efectos beneficiosos e, incluso, producir cambios que mejoren la vida de una persona, pero la queja desaforada, injustificada y continua puede esconder problemas más serios que afectan a la salud psicológica de la persona en cuestión.

   Aunque para la queja equilibrada no hay número, puntualiza en primer lugar el psicólogo clínico y especialista en Psicología positiva e Inteligencia emocional Juan Castilla en una entrevista con Infosalus, la frecuencia de la misma puede jugar un papel importante para establecer un marco. Puede ser saludable porque te sirve para expresar y descargar, indica el experto. Además, quejarse está bien porque está relacionado con la asertividad y la comunicación asertiva, agrega Castilla. De hecho, la queja asertiva pone límites, educa a tu entorno y dice a los demás lo que te gusta y lo que no te gusta, o algo que te habían prometido no se ha cumplido y te quejas de que no te parece adecuado, según el experto.

   La asertividad, no obstante, tiene mayor coste emocional porque a la gente no le gusta la queja en sí, matiza el experto. Pero si algo incomoda y la queja va a producir un cambio, es justificada y en la situación no se va producir un estallido mayor es recomendable quejarse, aconseja el psicólogo clínico. El problema es que a veces nos quejamos de cosas que no están justificadas, la situación no va a mejorar por mucho que me queje y mi queja puede producir un mal mayor, manifiesta Castilla.

   Pero, en cuanto a la frecuencia, una persona quejándose constantemente en su vida cotidiana cansa a la gente, explica Castilla. No es lo único que expresa la queja constante. Quejarse constantemente puede ser síntoma de frustración, negatividad y de sintomatología depresiva, un estado de ánimo negativo que acompaña mucho a la queja, continúa el experto. Un estado de ánimo negativo o desagradable también se manifiesta en torno a la queja. Quejarme de casi todo o de muchas variables es perjudicial porque está asociado a un estado de ánimo negativo o desagradable, indica el experto, que agrega victimismo a la ecuación. La consecuencia primera para estos quejicas patológicos es que en general, son muy pesados y nadie quiere estar con ellos, zanja Castilla.

   Por lo tanto, la mayoría de las personas que se quejan mucho tienen detrás una problemática. Es bueno en intensidad moderada o poca, porque en el fondo descargas, exteriorizas, lo sacas fuera; el tema es que, la mayoría de las personas que son quejicosas, la esencia es de alguna situación no tan adecuada, emocionalmente o psicológicamente, según el psicólogo clínico.

   El experto desliga así el rasgo quejicoso de la personalidad total. A su juicio, se corresponde más con su estado vital actual. La personalidad son rasgos estables del ser humano, el que es extrovertido, lo es. Una persona, si gestiona mal el enfado y se vuelve quejicosa, no es que su personalidad cambie, sino que su situación vital y cómo ve la vida cambian. Si estoy mal, veré la vida mal, especifica el psicólogo clínico, que agrega que depende de dónde pongas el foco principal: en lo que tienes o en lo que te falta.

AYUDA PSICOLÓGICA

Deberían buscar atención, zanja Castilla, que justifica que quejarse con excesiva frecuencia denota una salud mental mejorable. Por lo tanto, se puede tratar con consulta, ya que esa persona está expresando indirectamente o un enfado de algo que no le gusta en la vida o, también, compara algo con una pérdida, lo que es tristeza, agrega el experto.

   Estos estados vitales influyentes en la queja, temporales o no, si no se tratan se pueden retroalimentar y convertir a la persona en un experto quejica, insiste el psicólogo clínico. Puede cubrir sus vacíos existenciales sumándolo con actividades quejicosas, concluye Castilla.