Azúcar, ¿por qué no hay que prohibirlo?

Pasteles con azucar
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Actualizado: sábado, 23 junio 2018 6:18

MADRID, 23 Jun. (EUROPA PRESS) -

En los últimos años el mensaje de moderación en el consumo del azúcar ha sido desplazado por el "mensaje radical de prohibición total", sin embargo "nadie puede ni siquiera sugerir que, por ejemplo, por tomarse unas tostadas con mermelada o un refresco azucarado de vez en cuando haya riesgo alguno para la salud", explica el Dietista-Nutricionista, el doctor Ramón De Cangas, experto en Biología Molecular y Funcional.

"Debemos tener muy claro que el concepto de un consumo puntual y moderado nos permite disfrutar de dulces, refrescos, pasteles, recetas tradicionales... que integrados en un patrón dietético habitual saludable no suponen riesgo alguno para la salud. El mensaje radical en nutrición ni dice la verdad ni aporta nada positivo", afirma el experto en una entrevista a Europa Press.

Hay que partir de la base de que el azúcar por sí solo, y siguiendo las recomendaciones de consumo, no engorda, ni produce caries y tampoco favorece la aparición de diabetes, ni puede afectar al sistema inmunológico ni mucho menos va a provocar cáncer. Por tanto, el problema está en el "exceso y abuso de ingesta de azúcares libres", no en el consumo.

En su opinión, "las posturas radicales son absurdas porque en nutrición no todo es blanco o negro, hay una amplia gama de matices de grises". Así, lo recomendable es seguir una dieta que equilibre los distintos tipos de nutrientes, ésta es la mejor garantía de que no se toman más azúcares añadidos de los necesarios. Una buena recomendación es introducir en la dieta más fruta y más verdura ya que ayudarán a que se puedan hacer 'excepciones' y tomar caprichos dulces cuando apetezcan.

Del mismo modo que no se puede hablar del riesgo de la ingesta de azúcar, sería osado justificar su consumo desde los beneficios que proporciona al organismo. No obstante, aunque en sí misma no aporta nutrientes específicos y no es necesaria su ingesta añadida, principalmente porque ya estamos consumiendo azúcares intrínsecos presentes en los alimentos, "sí es cierto que la función de la glucosa es principalmente ser fuente de energía para nuestras células".

El cuerpo no diferencia entre azúcares procedentes de la fruta o la verdura y la que procede de un terrón de azúcar. No existen azúcares buenos y malos desde el punto de vista de su función fisiológica, el problema está en el desequilibrio que puede ocasionarse en la dieta por un consumo elevado que sustituya a otros nutrientes como aporte calórico.

EL CEREBRO 'NECESITA' AZÚCAR

La glucosa también puede participar en el metabolismo de los lípidos y de las proteínas y además es un precursor de ciertos neurotransmisores. Esto nos lleva al papel que tiene la glucosa en el cerebro. "Siempre se ha dicho que el cerebro 'necesita azúcar' y esa creencia deriva de que se estima que el cerebro consume unos 5,6 miligramos de glucosa por cada 100g de tejido cerebral y por minuto", explica De Cangas.

Pero aunque esto sea así, no significa que obligatoriamente debamos consumir glucosa o sacarosa o fructosa directamente puesto que las fuentes dietéticas de hidratos de carbono acaban siendo fuente final de glucosa para las células en el cerebro. Además el propio organismo puede generar ciertas cantidades de glucosa y no se debe olvidar que los cuerpos cetónicos procedentes del metabolismo de las grasas pueden servir de energía para el cerebro.

No obstante, las neuronas prefieren glucosa, "no es que no puedan utilizar otras fuentes, pero no pueden obtener toda su energía habitual de otras fuentes". Prueba de la importancia de la glucosa para nuestro cerebro es el hecho de que diversos estudios muestran cómo la alteración de los niveles de glucosa en el cerebro derivado de ciertos problemas metabólicos es fuente de enfermedades.

Como ejemplo, De Cangas destaca el caso de las enfermedades neurogenerativas como el Alzheimer, donde uno de los signos más tempranos de la enfermedad es la reducción del metabolismo de la glucosa cerebral, " y de hecho ciertos estudios realizados tanto en humanos como en animales han sugerido que es probable que la alteración en el metabolismo de la glucosa está asociada al progreso de la enfermedad".

Pero no sólo eso, "poco a poco va habiendo cierta evidencia de que la obesidad y la diabetes tipo 2 guardan cierta relación con la progresión del Alzheimer y el deterioro cognitivo. Y es que parece que la deficiencia de la glucosa derivada de alteraciones metabólicas (no tiene nada que ver con la ingesta de azúcares) y una menor sensibilidad a la insulina provocan en el cerebro una serie de alteraciones que guardan cierta similitud con el Alzheimer. El problema es la existencia de alteraciones en el metabolismo de la glucosa porque este tipo de alteraciones se ha relacionado con autofagia, es decir de alguna forma la célula se acaba consumiendo por falta de energía".

"Algunas alteraciones en los transportadores de la glucosa (por ejemplo) pueden provocar alteraciones neurológicas. Esto explica el motivo por el cual una dieta cetogénica (muy baja en hidratos de carbono) ayuda a reducir los ataques en ciertos tipos de epilepsia. Patologías como la diabetes tipo 2, la obesidad, Alzheimer, demencia e incluso diferentes enfermedades relacionadas con alteraciones neuronales se sugiere que pueden ser debidas a alteraciones en el metabolismo de la glucosa", advierte.

ENTONCES, ¿SE PUEDE CONSUMIR AZUCAR AÑADIDO?

La Organización Mundial de la Salud recomienda que cuando se ingieren azúcares libres, aporten menos del 10% de las necesidades energéticas totales diarias y es más, considera que si se consiguen reducir por debajo del 5% de las necesidades energéticas totales diarias se pueden obtener ciertas mejoras en la salud. "Realmente esta cantidad sería equivalente a algo menos de una taza de 250 mililitros de una bebida azucarada al día", apunta el doctor.

Está muy claro que, tal como señalan la Organización Mundial de Salud y el conjunto de Sociedades Científicas y organizaciones de salud, el consumo de azúcares libres se debe minimizar. Pero el problema no es el azúcar intrínseco presente en los alimentos, el problema son los azúcares libres y añadidos presentes en los alimentos que a veces incluso se ingieren sin ser conscientes de ello.

Ahora bien, "que esto sea cierto no quiere decir que un consumo puntual, moderado, esté prohibido", reitera el experto, quien considera que es importante que la industria alimentaria, profesionales sanitarios, administraciones y consumidores trabajen conjuntamente para reducir su consumo.