MADRID 27 Feb. (EUROPA PRESS) -
Según una investigación publicada por la Asociación Estadounidense de Psicología, vivir en vecindarios con altos niveles de violencia puede afectar el desarrollo de los niños. En concreto, al cambiar la forma en que una parte del cerebro detecta y responde a amenazas potenciales, lo que podría conducir a una peor salud mental y otros resultados negativos.
Sin embargo, tal y como se publica en publicado en la revista 'Developmental Psychology', los padres cariñosos pueden ayudar a proteger a los niños contra estos efectos perjudiciales. Para estudiar si la exposición a la violencia en el vecindario también podría afectar la reactividad de la amígdala de los niños, los investigadores analizaron datos de 708 niños y adolescentes de entre 7 y 19 años, reclutados de 354 familias inscritas en el Estudio Neurogenético de los Gemelos de Michigan (Estados Unidos).
La mayoría provenía de vecindarios con niveles de pobreza y desventaja superiores al promedio, según lo medido por la Oficina del Censo de Estados Unidos. El cincuenta y cuatro por ciento de los participantes eran niños, el 78,5% eran blancos, el 13% eran negros y el 8% eran de otras razas y etnias. Los participantes vivían en una mezcla de áreas rurales, suburbanas y urbanas en Lansing, Michigan y sus alrededores.
Los adolescentes completaron una serie de encuestas que preguntaban sobre su exposición a la violencia comunitaria, su relación con sus padres y el estilo de crianza de sus padres. A los participantes también se les escaneó el cerebro mediante resonancia magnética funcional mientras miraban rostros enojados, temerosos, felices o neutrales. En general, los investigadores encontraron que los participantes que vivían en vecindarios más desfavorecidos reportaron una mayor exposición a la violencia comunitaria. Y los participantes que informaron una mayor exposición a la violencia comunitaria mostraron niveles más altos de reactividad de la amígdala ante caras temerosas y enojadas.
Los resultados se mantuvieron válidos incluso cuando se controlaron los ingresos de una familia individual, la educación de los padres y otras formas de exposición a la violencia en el hogar, como la crianza dura de los padres y la violencia de pareja. En cambio, se observó que los padres cariñosos parecían ser capaces de romper el vínculo entre la violencia comunitaria y la reactividad de la amígdala de dos maneras. Estos hallazgos realmente resaltan cómo los padres cariñosos e involucrados están ayudando a apoyar el éxito de sus hijos, incluso en entornos potencialmente hostiles, y ofrecen pistas sobre por qué algunos jóvenes son resilientes incluso cuando enfrentan la adversidad.
En general, los investigadores destacan la necesidad de soluciones estructurales para proteger a los niños del impacto negativo de la exposición a la violencia comunitaria. También señala las formas en que los padres fuertes y positivos pueden promover la resiliencia entre los niños y adolescentes expuestos a la adversidad.