MADRID, 10 Ene. (EUROPA PRESS) -
Investigadores de la Universidad de Rockefeller (Estados Unidos) han utilizado imágenes en tres dimensiones de las células grasas para conocer el funcionamiento interno del tejido adiposo de ratones e identificar posibles dianas para futuros tratamientos para la obesidad.
El trabajo, publicado en la revista 'Cell Metabolism', se basa en el reciente descubrimiento de que hay tres tipos diferentes de grasa: blanca, marrón y beige. Y mientras la primera almacena energía y puede causar problemas, la marrón o parda puede resultar saludable dada su utilidad para quemar calorías.
Y la grasa beige, según ha explicado uno de los autores, Paul Cohen, tiene un potencial particularmente alto para el tratamiento de la obesidad y los trastornos metabólicos asociados, como la diabetes o las enfermedades cardiovasculares, porque pueden cambiar rápidamente de un estado totalmente latente a uno muy activo, que quema energía.
Por ello, ha explicado este experto, el objetivo pasa por desarrollar métodos terapéuticos para manipular la grasa beige para quemar más energía en personas que tienen alterado su metabolismo.
Con este objetivo, los investigadores querían saber más sobre cómo las células adiposas beige interactúan con el sistema nervioso simpático, que desempeña un papel importante al permitir que las células sepan cuánta energía almacenar y cuánta quemar.
Sin embargo, hasta ahora los métodos de laboratorio convencionales para observar el tejido graso habían sido insuficientes, ya que las imágenes obtenidas carecían de los detalles necesarios.
Para mejorar este problema, recurrieron a un revolucionario sistema tridimensional de obtención de imágenes de tejidos conocido como iDISCO, desarrollado por otro departamento de Rockefeller para estudiar el cerebro, y lo utilizaron en estudio en ratones expuestos al frío, ya que esta condición favorece que la grasa beige comience a quemar energía.
UNA MIRADA NUNCA VISTA DEL TEJIDO ADIPOSO
"Cuando las personas piensan en el tejido adiposo, es solo un trozo de grasa", según Jingyi Chi, uno de los primeros autores de este trabajo, en el que se obtuvo una mirada llamativa y sin precedentes sobre las características funcionales de la grasa beige, incluidos los vasos sanguíneos y las proyecciones de las células nerviosas que aparecen como redes filamentosas.
Y precisamente la presencia y densidad de esas proyecciones nerviosas, tanto grandes haces de nervios como estructuras más finas llamadas neuritas, les ayudaron a predecir el nivel de actividad de la grasa beige.
Además, las imágenes en 3D también revelaron diferencias importantes entre la grasa visceral, que en los humanos se encuentra en el vientre, rodea los órganos internos y está asociada con la diabetes y otras enfermedades metabólicas; y la grasa subcutánea, que las personas llevan bajo de la piel en las caderas y otras partes del cuerpo, y puede convertirse en grasa beige cuando se expone al frío y no está relacionada con una enfermedad.
Los ratones también tienen ambos tipos, y las imágenes detalladas de su grasa visceral mostraron su estructura amorfa, con mínimas proyecciones de neuritas. Por su parte, Chi y su equipo encontraron que la grasa subcutánea del ratón estaba bien organizada estructuralmente, con los haces nerviosos densos y las proyecciones de neuritas necesarias para quemar energía.
UNA PROTEÍNA IMPLICADA EN ESE PROCESO
Para estudiar estas diferencias, los autores estudiaron si podía deberse a la presencia o no de una proteína conocida como PRDM16, después de que previamente se hubiera señalado su papel clave en la quema de energía que propicia la grasa beige.
En concreto, habían visto que los ratones sin la proteína no pueden activar su grasa beige y terminan con muchas de las mismas complicaciones que afectan a los humanos obesos, como la resistencia a la insulina.
Para determinar si la PRDM16 desempeña un papel en el desarrollo nervioso, Chi estudió el tejido graso subcutáneo de ratones que carecen de la proteína en las células grasas mientras expuso a algunos de estos animales al frío. Y las imágenes resultantes mostraron una "sorprendente reducción" en las proyecciones de neuritas en comparación con las imágenes de ratones con la proteína.
"Esto sugiere que los dos tipos de células participan en una especie de diálogo", ha añadido Cohen, de modo que "si tienes PRDM16 en una célula adiposa, de alguna manera sirve para guiar a las neuritas al sitio. Y si la quitas, no tienes esas neuritas", ha explicado.
Un hallazgo que, según ambos investigadores, podría sugerir que las moléculas de señalización que median en este diálogo podrían representar nuevos objetivos terapéuticos en la batalla contra la obesidad y sus enfermedades asociadas.