MADRID 2 Abr. (EUROPA PRESS) -
Un nuevo estudio realizado por expertos de la Escuela de Medicina de la Universidad de Washington en St. Louids, Estados Unidos, demuestra que los ratones hembra de edad avanzada reducen el riesgo de que su descendencia sufra defectos congénitos del corazón a través del ejercicio. El trabajo, que se publica en 'Nature', también sugiere que el aumento de este trastorno cardiaco está ligado a la edad de la madre y no a la edad de sus óvulos.
En las personas, el riesgo de tener un bebé con defectos congénitos del corazón se asocia con la edad de la madre y aumenta a medida que aumenta la edad materna. Los ratones recién nacidos con predisposición a defectos cardiacos debido a mutaciones genéticas muestran la misma asociación con la edad.
El riesgo de que un humano o un ratón lactante desarrolle este trastorno es por una compleja interacción de genes heredados de ambos padres y los efectos ambientales experimentados por el embrión. Las mutaciones genéticas son conocidas por aumentar el riesgo de desarrollar un corazón que forma de manera anormal válvulas, vasos o cámaras, o agujeros entre las cámaras. Sin embargo, muchas personas que tienen antecedentes familiares de enfermedad cardiaca congénita o mutaciones conocidas poseen corazones normales y las madres de más edad suelen tener hijos sanos.
"En mi laboratorio, estamos interesados en entender por qué ciertos individuos que están expuestos a una causa conocida de la enfermedad cardiaca congénita --ya sea genética o ambiental_ escapan del trastorno y otros no", señala el autor principal, Patrick Y. Jay, profesor asociado de Pediatría.
"Estudiamos los ratones con una mutación que aumenta el riesgo de defectos en el corazón. La mutación se encontró primero en las personas. Pero no todos los ratones con la mutación presentan un defecto en el corazón, igual que en los seres humanos. Durante los últimos diez años, hemos estado tratando de averiguar los factores genéticos y ambientales que podrían influir en el riesgo. Entenderlos podría ayudarnos a desarrollar una manera de prevenir los defectos del corazón a pesar de la exposición a una causa conocida", relata.
Igual que las observaciones en las personas, el trabajo anterior del laboratorio de Jay ha demostrado que las madres de ratones de edad avanzada tienden a parir crías con mayores tasas de defectos congénitos del corazón en comparación con las madres más jóvenes. "La sabiduría convencional dice que este aumento del riesgo visto a las madres de mayor edad es por los óvulos maduros", señala Jay.
Para examinar la cuestión del envejecimiento de los óvulos, Jay y sus colegas llevaron a cabo un experimento relativamente simple. Trabajando en ratones hembra genéticamente propensas a tasas relativamente altas de defectos congénitos del corazón, los científicos tomaron ovarios de hembras de mayor edad y los trasplantaron en las más jóvenes. Del mismo modo, se llevaron los ovarios de las más jóvenes y se colocaron en madres mayores.
Los expertos analizaron la descendencia para determinar si las tasas más altas de defectos cardiacos se producían en función de la edad de las madres o la edad de los ovarios. "Descubrimos que las tasas iban exactamente con la edad de la madre", afirma Jay, también cardiólogo pediátrico en el Hospital de Niños de St. Louis. Es decir, los ratones hembra jóvenes con ovarios viejos tenían descendencia con bajas tasas de defectos del corazón, similar a los descendientes de hembras ratones jóvenes con ovarios jóvenes.
Y las de más edad, incluso con ovarios jóvenes, tenían crías con mayores tasas de defectos del corazón, similar a los ratones hembra más viejos con ovarios mayores. "Esto es emocionante desde el punto de vista de prevención -señala Jay--. Si hay algo en la madre que está contribuyendo al riesgo, independiente del ovario, entonces tenemos una mejor oportunidad de alterar el riesgo que sucedería si el problema fuera únicamente con el envejecimiento de los ovarios, simplemente porque los adultos son más fáciles de tratar que los óvulos o embriones".
En un esfuerzo por identificar las posibles causas de riesgo asociado a la edad de las cardiopatías congénitas, Jay y su equipo analizaron la dieta. "Sabíamos que la obesidad y la diabetes contribuyen a la enfermedad cardiaca congénita en las personas y que el riesgo de estas enfermedades metabólicas aumenta a medida que sube la edad -explica--. Por eso, pusimos a los ratones bajo una dieta alta en grasas".
A pesar de convertirse en obesas y diabéticas, estas madres ratón no tenían un mayor riesgo de tener hijos con un aumento de defectos cardiacos. Aún pensando que el metabolismo saludable era probable importante para el desarrollo de embriones sanos, Jay y sus colegas analizaron entonces el ejercicio. "Les dimos a los ratones acceso a ruedas de rodadura, como las de las tiendas de animales. Y dejamos que las madres corrieran", relata.
Esta vez, los investigadores encontraron que el riesgo de defectos cardíacos en las crías de madres de más edad se redujo desde un 20 por ciento de las madres sedentarias a un 10 por ciento en las que hicieron ejercicio. No vieron un efecto significativo del ejercicio de las madres más jóvenes, con tasas de un 10 por ciento, independientemente de la actividad física.
"En los bebés de las madres viejas que realizaron ejercicio, la incidencia de defectos del corazón bajó, pero no se situó por debajo de la incidencia de las madres jóvenes --detalla Jay--. Todavía hay un nivel de referencia que no conseguimos pasar". Aún así, dijo Jay, reducir las tasas a la mitad sería significativo.
"Si se puede evitar incluso un defecto en el corazón, puede tener un gran impacto emocional y económico en una familia", afirma Jay, quien recuerda que a pesar de los avences en los tratamientos de los defectos congénitos del corazón, las cirugías no curan a los pacientes. Tras reconocer que no sabe cómo se traducirán estos datos en las personas, subraya que demostraron que el ejercicio no tiene que ser de por vida para producir un beneficio medible.
Las madres mayores de ratones que hicieron ejercicio durante al menos tres meses antes de su nacimiento registraron un efecto similar al observado en mujeres de mayor edad que habían practicado actividad física desde que eran el equivalente a los adolescentes. Jay explicó que el beneficio se observó con la actividad física de alta intensidad para los estándares humanos.
"Espero que este estudio cambie la forma en la que los investigadores piensan sobre las cardiopatías congénitas -concluye el principal investigador--. En este momento, el campo está muy centrado en el embrión, en la búsqueda de mutaciones genéticas y averiguar la biología para ver cómo afectan al desarrollo cardiaco. Esta investigación es importante y necesaria, pero esto abre una nuevo debate completo".