MADRID 13 Jun. (EUROPA PRESS) -
Los tumores cerebrales constituyen una de las neoplasias sólidas más frecuentes en adolescentes y adultos jóvenes (habitualmente a estas edades los más comunes son los gliomas de bajo grado) y, a partir de los 60 años, el tumor cerebral más frecuente es el conocido como glioblastoma multiforme o alto grado (aunque también lo encontramos a edades tempranas, pero con menor frecuencia), según señala la doctora Sara Cristina Gonzalez, del servicio de Oncología Médica del Hospital Universitario La Luz de Madrid.
Según la especialista, tradicionalmente, tanto el diagnóstico como el tratamiento de este tipo de tumores, han constituido un reto para la medicina y para la oncología en concreto, por su localización cerebral, lo cual dificulta el abordaje local de los mismos por el riesgo de generar secuelas neurológicas, y por la dificultad de alcanzar el sistema nervioso central con tratamiento de quimioterapia clásica ya que no todos los fármacos atraviesan con éxito la barrera hematoencefálica (la protección que tiene el cerebro de forma natural que impide el paso de sustancias tóxicas de la sangre a la circulación sanguínea cerebral).
"También la baja incidencia de estos tumores dificulta el avance en investigación, ya que para sacar conclusiones científicamente fiables se necesita un volumen de pacientes que hayan participado en ensayos clínicos", resalta la doctora Sara Cristina González.
Hasta la fecha, continua la oncóloga, el tratamiento estándar de los tumores cerebrales, siempre que la localización lo permita, es la cirugía de la lesión por parte del neurocirujano y posteriormente la radioterapia del lecho quirúrgico que ha demostrado disminuir el riesgo de progresión local a medio plazo.
Tal y como describe la doctora, dependiendo del tipo de glioma (alto o bajo grado, o con determinadas alteraciones moleculares), se decidirá si es necesario continuar con tratamiento de quimioterapia posterior o al mismo tiempo que la radioterapia (uno de los fármacos más utilizados es la temozolomida, aunque otros esquemas menos frecuentes son el conocido como PCV, procarbacina-lomustina-vincristina).
"Como novedades esperanzadoras a día de hoy, se incluyen mejoras tanto en el diagnóstico que vienen dadas principalmente por la posibilidad de hacer secuenciación genética de los tumores con las plataformas NGS (Next Generation Secquencing) que nos permiten conocer el perfil genético del tumor y tener identificadas mutaciones que puedan permitirnos realizar tratamientos dirigidos (como es el caso de la mutación BRAF, especialmente relevante en estos tumores) y también nos permite distinguir y clasificar correctamente los tumores en casos de difícil diagnóstico anatomopatológico. Desde luego la realización del NGS en estos tumores ha llegado para quedarse y ayudarnos desde todos los puntos de vista (diagnóstico, tratamiento e investigación)", asevera la doctora.
La especialista reconoce que como novedad en cuanto al tratamiento, "se está asistiendo a la aparición de ensayos clínicos novedosos en hospitales punteros con inmunoterapia, vacunas ARN e incluso la innovadora terapia con CAR-T cells, que consiste en extraer linfocitos del paciente, entrenarlos posteriormente en laboratorio mediante ingeniería genética para reconocer antígenos del tumor y después una vez "entrenados" volverlos a infundir en el paciente para que sean estas células las principales encargadas de atacar al tumor y conseguir una respuesta", concluye.