MADRID, 8 Sep. (EDIZIONES) -
Sara Codina desde que nació sentía que no todo le encajaba en su puzzle vital. Para ella el diagnóstico del autismo a sus 41 años confiesa que ha sido "vital" porque siempre había sido consciente de que algo le pasaba, veía que algo no cuadraba, que a ella le costaban algunas cosas más que a los demás, que no era como los demás y que cargaba con la frustración de no lograrlo, de no encajar al 100% en esta sociedad.
"Soy muy tozuda, perseverante, y fui en búsqueda de esta respuesta. Cuando tuve el nombre lo celebré. Hay personas que se extrañaron de ello, pero quien se encuentra en una situación como yo así lo siente, a pesar de que suponga un volver a empezar en nuestras vidas. Pero fue un alivio. Ahora puedo respirar y vamos a empezar a trabajar sobre algo, un nombre que me da todas las respuestas", reconoce en una entrevista con Infosalus con motivo de la publicación de 'Neurodivina y Punto' (Lunwerg), un libro en el que cuenta su testimonio personal.
Y es que a día de hoy el TEA o trastorno del espectro autista no siempre suele diagnosticarse en la infancia, sino que, tal y como Codina apunta, hay incluso personas adultas que con 40-50-60 años reciben el diagnóstico a esa edad, lo que significa igualmente en su opinión que hay más profesionales actualizados en estos rasgos, en cómo los manifiestan algunas personas.
MUCHAS MUJERES SE HAN QUEDADO FUERA
"Ahora, por suerte, hay muchos más diagnósticos en este sentido. El espectro del autismo es súper amplio. Hay una parte, una serie de personas, que nos hemos quedado fuera de esos criterios y manuales de diagnóstico que había antes, y sobre todo mujeres; de ahí que esté infradiagnosticado", mantiene.
Apunta que en España se empezó a hablar del autismo femenino en 2014, y muchas mujeres obtuvieron su diagnóstico al obtener el de sus propios hijos autistas, en quienes se veían reflejadas. "Actualmente se diagnostica a una mujer por cada tres hombres de autismo. Esto no significa que no haya más hombres autistas que mujeres autistas, sino que solo confirma que hay más hombres diagnosticados. En el TEA también existe el sesgo de género", apostilla.
EL PROCESO HASTA EL DIAGNÓSTICO
Reconoce que para ella el diagnóstico ha sido fundamental. "Cuando sabes que te pasa algo lo sabes desde siempre, y que te cuestan unas cosas que para los demás son muy básicas, ves algo que no cuadra. Pero 40 años más tarde, ahora por fin puedo poner nombre a las piezas de mi puzzle. Desde niña he sentido que era diferente. He acumulado mucha ansiedad y depresión, pero nunca sabía la causa", celebra Sara Codina.
Dice que la parte más difícil es el proceso de duelo. "Hay una euforia, incluso rabia, y cuando miras para atrás te das cuenta de todo lo que has vivido hasta el diagnóstico correcto y todo lo que me he exigido a mí misma y me he obligado a la hora de intentar querer ser como los demás, una frustración diaria de querer estar donde no encajas. No ha sido fácil y esto es una bofetada de realidad, y si no tienes acompañamiento profesional cuesta de digerir bastante", remarca.
De hecho, afirma en el libro que, según iban creciendo las obligaciones e interacciones sociales que supone ser adulta, le iba pesando más la mochila que cargaba y el agotamiento era más y más grande, con el correspondiente deterioro de su salud mental.
"Las inseguridades se multiplicaban a un ritmo trepidante, con una sensación extraña de abandono; y la frustración se adueñaba de mi estado emocional, llevándome a depresiones continuas", apunta.
Así, a los 41 años recibo el diagnóstico del Trastorno del Espectro del Autismo (Nivel 1), aunque manifiesta que ella, pese a haber pasado por varios especialistas, nunca hubiera imaginado que podía tratarse de autismo, a pesar de conocerlo en su entorno.
"El autismo que yo tenía en mi cabeza eran niños con más dificultades, más necesidades de apoyo, entonces siempre he tenido como un vínculo, y no me planteaba que lo mío podía serlo e iba de médico en médico desde que podía ir sola y siempre era depresión y ansiedad. Al principio porque era muy nerviosa, porque tenía gemelos. Existían la depresión y la ansiedad porque cuando creas esos personajes en el entorno para pasar desapercibida esto te genera ansiedad y depresión, te frustras. Pero yo me preguntaba, ¿por qué tengo depresión y ansiedad?", afirma.
En torno a los 30 reconoce que logró el primer paso, con un psiquiatra que le habló del TDH, aunque no sentía que el diagnóstico fuera completo. "Un psiquiatra cogió mi trayectoria y me recomendó hacerme unas pruebas que podían encajar en el autismo y efectivamente, tras buscar un sitio con experiencia con mujeres y con adultos, fue cuando no tuve duda", subraya.
RASGOS TEA QUE SIEMPRE HA TENIDO Y NO HAN SABIDO IDENTIFICAR
Sobre qué rasgos TEA siempre ha tenido y no ha sabido identificar como tales, cuenta que es "muy literal", de forma que los dobles sentidos, las ironías, o las indirectas le cuestan montón. Habla del pensamiento en imágenes, o en el campo de las emociones de la lexitimia y por la que le cuesta saber cómo está, entender sus emociones, pero también las de los demás.
Por otro lado, señala que la mayor parte de personas autistas tienen un desorden de integración sensorial y en su caso presenta una hipersensibilidad auditiva y fobia a los petardos, con conductas disruptivas a veces. Confiesa que por las noches en varias ocasiones se puede despertar porque oye un pitido del cargador del móvil o no soporta ni su propio respirar.
"Tengo hiposensibilidad, siempre tengo morados porque me doy golpes y no me doy cuenta. Me tengo que pellizcar a veces para calmar, las conocidas como estereotipias. Son cosas que nunca había entendido. Y por ejemplo el contacto físico no me gusta. No abrazo. Ni siquiera a mi familia. Siempre lo he rechazado porque me incomoda, pero en cambio, sí necesito la presión del abrazo fuerte para calmarme", concluye Sara Codina, quien remarca que perfectamente una persona con autismo puede disfrutar de una vida completamente sana y normal, y suma, como cualquier otra persona dentro de esta sociedad.