MADRID 11 May. (EUROPA PRESS) -
El tejido testicular masculino criopreservado puede reimplantarse después de más de 20 años y seguir produciendo espermatozoides viables, según un nuevo estudio en roedores publicado en la revista de acceso abierto 'PLOS Biology' por Eoin Whelan, de la Facultad de Medicina Veterinaria de la Universidad de Pensilvania (Estados Unidos).
Pero el largo retraso tiene un coste en la reducción de la fertilidad en comparación con el tejido que sólo se congela brevemente. Los resultados pueden tener importantes implicaciones en el tratamiento de los niños con cáncer, para los que la quimioterapia puede ir precedida de la recogida y congelación de tejido testicular para su eventual reimplantación.
La tasa de supervivencia de los cánceres infantiles ha aumentado espectacularmente en las últimas décadas, pero un efecto secundario grave del tratamiento es la disminución de la fertilidad en etapas posteriores de la vida. Así, un posible tratamiento consistiría en recoger, congelar y reimplantar el tejido testicular, que contiene células madre, un procedimiento que ha demostrado recientemente en un modelo de macaco que restablece la fertilidad, al menos tras una congelación de corta duración.
Pero en el caso de los niños prepúberes con cáncer, el reimplante puede no ser factible hasta una década o más después de la extracción, lo que plantea la cuestión de cuánto tiempo pueden permanecer viables las células madre espermatogénicas (CME) congeladas.
Para explorar esta cuestión, los autores descongelaron CSE de rata que habían sido criopreservadas en su laboratorio durante más de 23 años, y las implantaron en los llamados ratones desnudos, que carecen de una respuesta inmunitaria que de otro modo rechazaría el tejido extraño.
Compararon la capacidad de las CSE congeladas durante mucho tiempo para generar esperma viable con las CSE congeladas durante sólo unos meses y con las CSE recién recolectadas, todas ellas procedentes de una única colonia de ratas mantenida durante varias décadas.
Los autores descubrieron que las CSE congeladas durante mucho tiempo eran capaces de colonizar los testículos de los ratones y generar todos los tipos de células necesarios para la producción satisfactoria de esperma, pero no con la misma solidez que las CSE procedentes de las muestras de tejido recogidas más recientemente.
Aunque las CSE congeladas durante mucho tiempo presentaban perfiles similares de cambios en la expresión génica en comparación con las otras muestras, produjeron menos espermátidas alargadas, que pasan a formar espermatozoides nadadores.
Estos resultados tienen varias implicaciones importantes. En primer lugar, señalan la importancia de realizar pruebas in situ de la viabilidad de las CSE, en lugar de basarse en biomarcadores bioquímicos o celulares, para determinar el potencial de las células criopreservadas, que puede no reflejar la pérdida real del potencial de las células madre con el paso del tiempo.
En segundo lugar, aunque actualmente no existen protocolos que puedan expandir las CSC humanas para su reimplantación -un requisito para el desarrollo clínico de este tratamiento-, es posible que dichos protocolos deban tener en cuenta la degradación de la viabilidad en función del tiempo, suponiendo que las CSC humanas imitan a las de las ratas.
Por último, y ésta es la buena noticia, la viabilidad no se pierde en absoluto durante la criopreservación a largo plazo, lo que sugiere que puede ser posible identificar y mitigar los factores clave de la pérdida de viabilidad, con el fin de mejorar las opciones reproductivas de los niños cuyos cánceres infantiles son tratados con éxito.
"Nuestro estudio ha demostrado que las células madre espermatogonias de rata pueden congelarse con éxito durante más de 20 años, trasplantarse a un animal receptor infértil y regenerar la capacidad de producir esperma, aunque a una tasa reducida --subraya Whelan--. Esto podría proporcionar un método para recuperar la pérdida de fertilidad en niños prepúberes tratados por cáncer".