MADRID, 3 Jun. (EUROPA PRESS) -
En una revisión exhaustiva por pares de líderes de opinión, coordinados por la Universidad Médica de Anhui (China) e invitados de Genomic Press, se han revelado conocimientos críticos sobre cómo la cantidad de sesiones de terapia electroconvulsiva, o terapia de electroshock o de choque eléctrico (TEC) influye en los resultados del tratamiento para la depresión, lo que potencialmente transforma la toma de decisiones clínicas para uno de los tratamientos más efectivos pero controvertidos de la psiquiatría.
La revisión, publicada en 'Brain Medicine', sintetiza décadas de investigación para abordar una pregunta fundamental que ha desconcertado a los médicos durante mucho tiempo, la de averiguar cuántas sesiones de TEC son óptimas para tratar la depresión grave y minimizar así los efectos secundarios cognitivos.
¿CUÁNTAS SESIONES DE TEC SON REALMENTE NECESARIAS?
"La TEC es como un medicamento potente, donde la dosis es crucial", explica el profesor Yanghua Tian, de la Universidad Médica de Anhui, autor correspondiente del estudio. "Nuestro análisis revela que la relación entre el número de sesiones y los resultados es mucho más sutil de lo que se creía".
El análisis del equipo de investigación reveló un patrón sorprendente en la respuesta al tratamiento. Los pacientes suelen experimentar una mejora sustancial en las tres primeras sesiones de TEC, con una disminución de las puntuaciones de depresión de aproximadamente un 26% tras la primera sesión y de casi un 50% en la tercera. Sin embargo, esta rápida respuesta temprana da lugar a un efecto de meseta, lo que plantea dudas sobre la duración óptima del tratamiento.
"Observamos que algunos pacientes logran la remisión tras tan solo cuatro sesiones, mientras que otros pueden recibir 12 o más con un beneficio adicional mínimo", señala el doctor Yang Ji, primer autor del estudio. "Esta variabilidad sugiere que necesitamos un enfoque más personalizado".
MEJORÍA TEMPRANA, MESETA TERAPÉUTICA Y RIESGOS COGNITIVOS
La revisión identificó trayectorias de respuesta distintas: aproximadamente el 25% de los pacientes mostró una rápida mejoría, el 30% mostró mejoras moderadas y, preocupantemente, alrededor del 13% experimentó un beneficio mínimo a pesar de continuar el tratamiento. Quizás lo más significativo es que la revisión destaca la carga cognitiva acumulada asociada a los cursos prolongados de TEC.
Si bien las primeras sesiones producen un alivio drástico de los síntomas, cada sesión adicional aumenta el riesgo de deterioro de la memoria, una desventaja que ha preocupado durante mucho tiempo tanto a pacientes como a médicos.
Los investigadores descubrieron que los déficits cognitivos aparecen ya en la segunda sesión y tienden a acumularse a lo largo del tratamiento, lo que supone un equilibrio delicado. Por ello, es necesario sopesar los beneficios de las sesiones continuas frente a los crecientes costes cognitivos. Curiosamente, la duración de las convulsiones -considerada durante mucho tiempo un indicador de la idoneidad del tratamiento- mostró por su parte una disminución progresiva a lo largo de las sesiones.
HACIA UNA TEC PERSONALIZADA: NUEVA ESTRATEGIA BASADA EN LA RESPUESTA
Basándose en su análisis exhaustivo, los investigadores proponen un enfoque innovador: una estrategia de tratamiento secuencial basada en la respuesta. En lugar de limitarse a un número fijo de sesiones, este marco aboga por la transición a tratamientos alternativos una vez alcanzados los beneficios óptimos de la TEC.
Así, la estrategia clasifica a los pacientes en tres grupos según sus patrones de respuesta: Los respondedores rápidos que logran la remisión rápidamente pueden pasar a la estimulación cerebral no invasiva o a la psicoterapia; las personas con respuesta lenta podrían beneficiarse de estrategias de aumento como la ketamina; los pacientes que no responden podrían ser transferidos a tratamientos alternativos por completo.
Este enfoque aborda una deficiencia crítica en la práctica actual, donde el número de sesiones suele reflejar los protocolos institucionales en lugar de las necesidades individuales del paciente. De esta forma, los investigadores señalan que la implementación de protocolos basados en la respuesta requeriría un seguimiento más estrecho tanto de los síntomas como de la función cognitiva durante el tratamiento. Esto podría implicar evaluaciones periódicas mediante escalas validadas y la posible incorporación de nuevos biomarcadores a medida que estén disponibles clínicamente.
Por otra parte, la revisión destaca numerosas vías para futuras investigaciones. El desarrollo de algoritmos predictivos que integren características clínicas, biomarcadores y patrones de respuesta temprana podría ayudar a identificar el número óptimo de sesiones para cada paciente. Además, se necesitan urgentemente estudios comparativos de estrategias de tratamiento secuencial frente a los cursos tradicionales de TEC extendidos.
DOI: 10.61373/bm025i.0053