MADRID, 4 May. (EUROPA PRESS) -
Los abusos físicos y sexuales en la infancia y la adolescencia podrían estar asociados a un mayor riesgo de muerte prematura en la edad adulta (antes de los 70 años), según una investigación publicada por 'The BMJ'.
Según los investigadores, este estudio amplía y perfecciona las pruebas existentes en este ámbito y pone de relieve la importancia de prestar una atención informada sobre el trauma a quienes han sufrido abusos en la infancia.
El maltrato en los primeros años de vida es un problema de salud pública mundial, ya que contribuye sustancialmente a la muerte infantil y a una serie de consecuencias a largo plazo durante la edad adulta. Sin embargo, sigue sin estar clara la relación entre los malos tratos en la infancia o la adolescencia y la muerte prematura en la edad adulta por causas específicas.
Para profundizar en esta cuestión, los investigadores examinaron los datos de 67.726 enfermeras estadounidenses que participaron en el Nurses' Health Study II, un estudio de seguimiento continuo que comenzó en 1989.
Las enfermeras tenían entre 37 y 54 años cuando rellenaron un cuestionario sobre victimización por violencia en 2001 para registrar experiencias de abuso físico y sexual en la infancia (antes de los 12 años) y la adolescencia (entre los 12 y los 17 años).
A continuación, los investigadores calcularon medidas resumidas de maltrato y las relacionaron con historiales médicos, informes de autopsias o certificados de defunción para determinar la edad y la causa de la muerte.
También tuvieron en cuenta otros factores relevantes, como el origen étnico, la educación y profesión de los padres, la actividad física, la dieta, el hábito de fumar, la ingesta de alcohol, el consumo de medicamentos con receta y la depresión.
Durante 18 años de seguimiento, se identificaron 2.410 muertes prematuras. Las enfermeras que habían sufrido abusos físicos graves o actividad sexual forzada en la infancia y la adolescencia presentaban una tasa de mortalidad prematura superior a la de las enfermeras que no habían sufrido tales abusos (3,15 frente a 1,83 y 4,00 frente a 1,90 por 1.000 años-persona, respectivamente).
Tras ajustar por edad, características personales y situación socioeconómica en los primeros años de vida, las tasas relativas de muerte prematura fueron un 53% y un 80% más altas entre las enfermeras que sufrieron abusos físicos graves o actividad sexual forzada en la infancia y la adolescencia en comparación con las que no los sufrieron.
Otros análisis indicaron que el maltrato físico grave se asociaba a un riesgo aproximadamente 3 veces mayor de muerte por lesiones externas, envenenamiento y suicidio, y a un riesgo 2,4 veces mayor de enfermedades digestivas.
Y los abusos sexuales graves se asociaron con un riesgo 2,5 veces mayor de muerte por enfermedad cardiovascular, más de 3 veces mayor de lesiones externas, envenenamiento y enfermedades respiratorias, y más de 4 veces mayor de suicidio y enfermedades digestivas.
La asociación de los abusos sexuales con la muerte prematura fue mayor entre las mujeres fumadoras o con mayores niveles de ansiedad durante la edad adulta.
Los investigadores sugieren que los abusos en las primeras etapas de la vida pueden desencadenar cambios biológicos, por ejemplo en la función inmunitaria e inflamatoria y en el desarrollo cerebral, y aumentar la vulnerabilidad a posteriores problemas de salud mental y patrones de estilo de vida poco saludables.
Se trata de un estudio observacional, por lo que no puede establecer la causa, y los investigadores reconocen que los datos se basan en el recuerdo personal de los malos tratos sufridos en los primeros años de vida, lo que puede haber afectado a la precisión. Además, el estudio incluyó principalmente a enfermeras blancas no hispanas, por lo que los resultados pueden no ser aplicables a la población femenina general y a otras poblaciones más diversas.
No obstante, se trata de un estudio de gran tamaño con 18 años de seguimiento, excelentes tasas de respuesta, información detallada sobre las causas de muerte y los antecedentes de maltrato, y ajuste para una serie de otros factores potencialmente influyentes, lo que sugiere que los resultados son sólidos.
Por ello, concluyen que "las mujeres que declaran haber sufrido abusos físicos en las primeras etapas de su vida y haber sido forzadas a mantener relaciones sexuales podrían seguir siendo vulnerables a la mortalidad prematura, lo que pone de relieve la importancia de prestar una atención informada sobre el trauma a quienes han sufrido abusos en la infancia".
"Ahora está claro que los resultados en materia de salud de las personas expuestas a maltrato o abandono infantil grave son malos, y en el caso de las sometidas al nivel más alto de maltrato, verdaderamente preocupantes", escriben los investigadores australianos en un editorial vinculado.
Reclaman una respuesta clínica proporcionada y afirman que los médicos y los servicios sanitarios y comunitarios "necesitan la capacidad, las habilidades y la financiación para ofrecer los modelos de servicio intensivos y receptivos necesarios para abordar el trauma subyacente a muchas afecciones crónicas aparentemente intratables."
Un compromiso a largo plazo con una respuesta proporcionada "podría reducir las preocupantes consecuencias para la salud observadas en las víctimas de maltrato y abandono infantil, y evitar la transmisión del maltrato a otra generación", concluyen.