MADRID, 20 Ene. (EUROPA PRESS) -
Los enemigos del corazón y de las arterias coronarias van mucho más allá de los factores tradicionales, comúnmente denominados factores de riesgo modificables como son el colesterol, diabetes, hipertensión o el tabaquismo. Si bien no se deben descartar los factores de riesgo clásicos, cabe señalar que al menos el 15 por ciento de las víctimas de ataques cardíacos no presentan factores de riesgo conocidos.
Por tanto, era necesaria una perspectiva más amplia para iluminar los nuevos peligros que exigen atención. Y este ha sido el objetivo de un grupo de investigadores coordinados coordinada por investigadores de la Fondazione Policlinico Gemelli en colaboración con distinguidos expertos estadounidenses como Deepak Bhatt de Mount Sinai en Nueva York y Sanjay Rajagopalan de la Case Western Reserve University en Cleveland.
El artículo de revisión publicado en el 'European Heart Journal', dirigido por el doctor Rocco A. Montone, sintetiza estos nuevos riesgos bajo el término general "exposoma", un concepto que se utiliza para describir las exposiciones ambientales que un individuo encuentra a lo largo de su vida y cómo estas exposiciones afectan la biología y la salud.
Así han observado que los riesgos cardiovasculares del tercer milenio engloban factores como la contaminación ambiental, factores socioeconómicos y psicológicos (estrés, depresión, ansiedad) y enfermedades infecciosas como la gripe y el Covid-19; además del impacto de la contaminación lumínica y acústica o el aislamiento social.
"Si bien los tratamientos para los factores de riesgo tradicionales se han vuelto cada vez más eficaces con el paso de los años la cardiopatía isquémica sigue siendo la principal causa de muerte en todo el mundo", señala doctor Rocco Montone, cardiólogo de la Cardiología Intensiva de la UOC en la Fundación Policlínico Universitario Agostino Gemelli IRCCS, Roma.
Por lo tanto, añade, "la atención se está desplazando de los factores de riesgo tradicionales al entorno más amplio que habitamos, lleno de contaminación, virus y problemas económicos y psicológicos que contribuyen sustancialmente al problema de la cardiopatía isquémica".
"En cuanto a las enfermedades infecciosas que ponen en peligro el corazón son de fundamental importancia las campañas de vacunación de otoño contra la gripe y el COVID-19, pero también la promoción de la higiene de las manos, la higienización de las superficies y del medio ambiente y el uso de mascarillas en espacios interiores concurridos", añade.
Para los investigadores, la planificación debe considerar la separación de áreas industriales y residenciales, y se recomienda el ejercicio al aire libre en espacios verdes alejados del tráfico. En épocas de alta contaminación, puede ser recomendable usar una máscara o permanecer en interiores con las ventanas cerradas y purificadores de aire.
Las estrategias para reducir la contaminación acústica incluyen la adopción de tecnologías para reducir el ruido del transporte, la regulación del tráfico, el fomento del uso de vehículos eléctricos, el diseño de edificios resistentes al ruido y la creación de áreas verdes como amortiguadores naturales del ruido.
Mientras que combatir la contaminación lumínica implica esfuerzos públicos y personales, como apagar las luces para una mejor higiene del sueño y utilizar máscaras para los ojos. Incluso las elecciones dietéticas influyen, y adoptar una dieta sostenible como la dieta mediterránea, que incluye la reducción del consumo de carnes rojas, beneficia la salud personal y el medio ambiente.
NUEVOS FACTORES MÁS DESTACADO
La contaminación del aire, especialmente la procedente de PM2,5 (partículas finas), puede reducir de forma independiente la esperanza de vida en 2,9 años (el humo del tabaco la reduce en 2,2 años). En 2019, el estudio Global Burden of Disease atribuyó siete millones de muertes en todo el mundo a la contaminación, siendo las enfermedades cardiovasculares una de las principales causas.
"La contaminación del aire oxida el colesterol LDL, haciéndolo más peligroso, y altera la funcionalidad del colesterol HDL, reduciendo así la eficacia de las estatinas. La exposición aguda a las PM2,5 procedentes de las emisiones de los vehículos diésel puede provocar un aumento repentino de la presión arterial. Los contaminantes del aire también pueden afectar la sensibilidad a la insulina, favoreciendo la aparición de diabetes", explica el investigador
Por otro lado está el ruido y la contaminación lumínica, junto con el estrés social. En estos casos pueden exacerbar el estrés oxidativo, las respuestas inflamatorias y contribuir a la disfunción endotelial, la agregación plaquetaria y la aparición de cardiopatía isquémica.
Mientras que la contaminación del suelo (metales pesados y pesticidas) puede contaminar los alimentos y el agua, contribuyendo aún más a eventos cardíacos adversos. Y el cambio climático, estrechamente relacionado con la contaminación, también afecta significativamente a la salud del corazón, y la exposición prolongada al calor se correlaciona con una mayor mortalidad cardiovascular.
En cuanto a la salud mental señala el estrés crónico, la depresión, el aislamiento social y la soledad contribuyen significativamente a las enfermedades cardiovasculares. El estrés desencadena la hiperactividad del sistema nervioso simpático, lo que conduce a la hipertensión, mientras que el aumento de la producción de cortisol promueve la resistencia a la insulina y la obesidad visceral. Además, el estrés a menudo se asocia con hábitos de vida poco saludables, lo que agrava los factores de riesgo cardiovascular tradicionales.
Finalmente, señala las enfermedades infecciosas, las infecciones respiratorias como la gripe y el COVID-19, así como la periodontitis (enfermedades de las encías) y las infecciones como Helicobacter pylori y clamidia, están relacionadas con un mayor riesgo cardiovascular. "Estas infecciones promueven la inflamación sistémica, el estrés oxidativo, la activación plaquetaria y también puede dañar directamente las células del corazón", alerta.