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Actualizado: viernes, 16 junio 2017 8:29

   MADRID, 16 Jun. (EUROPA PRESS) -

   Investigaciones realizadas durante más de una década indican que la soledad aumenta el egocentrismo y, en menor medida, el egocentrismo también aumenta la soledad. Los hallazgos de los investigadores de la Universidad de Chicago, en Estados Unidos, muestran que estos efectos crean un lazo de retroalimentación positiva entre los dos rasgos: a medida que la soledad incrementa el egocentrismo, este último contribuye a la soledad.

   "Si uno se vuelve más centrado en sí mismo, corre el riesgo de quedarse encerrado en el sentimiento de quedarse aislado socialmente", subraya uno de los autores del análisis, John Cacioppo, profesor de Psicología y director del Centro de Neurociencia Cognitiva y Social de la Universidad de Chicago (UChicago).

   Cacioppo y los coautores Stephanie Cacioppo, profesora asistente de Psiquiatría y Ciencias del Comportamiento en la Facultad de Medicina de la Universidad de Chicago, y Hsi Yuan Chen, investigadora del Centro de Neurociencia Cognitiva y Social, publican sus conclusiones este martes en el 'Center for Cognitive and Social Neuroscience'.

   Los investigadores escriben que "focalizar el egocentrismo como parte de una intervención para disminuir la soledad puede ayudar a romper un lazo de retroalimentación positiva que mantiene o empeora la soledad con el tiempo". Su estudio es el primero en probar una predicción de la teoría evolutiva de Cacioppos de que la soledad aumenta el egocentrismo.

   Esta investigación es importante porque, como muchos estudios han demostrado, las personas solitarias son más susceptibles a una variedad de problemas de salud física y mental, así como mayores tasas de mortalidad que sus homólogos no solitarios. El resultado de que la soledad aumenta el egocentrismo se esperaba, pero los datos que muestran que el egocentrismo también afectó a la soledad fueron una sorpresa, según Stephanie Cacioppo.

   En una investigación anterior, los Cacioppo revisaron las tasas de soledad en jóvenes y adultos mayores en todo el mundo. Entre el 5 y el 10 por ciento de esta población se quejaba de sentirse solo constantemente, con frecuencia o todo el tiempo, y otro entre 30 a 40 por ciento declaró sentirse solo constantemente.

LA EVOLUCIÓN MOLDEÓ EL CEREBRO HACIA EMOCIONES, PENSAMIENTOS Y COMPORTAMIENTOS

   Sus últimos hallazgos se basan en 11 años de datos tomados de 2002 a 2013 como parte del Estudio de Salud, Envejecimiento y Relaciones Sociales de Chicago de hispanos, afroamericanos y hombres y mujeres de raza caucásica de mediana edad y mayores. En el estudio participaron 229 individuos de entre 50 y 68 años de edad al inicio del estudio, siendo una muestra diversa de individuos seleccionados aleatoriamente de la población general que variaron en edad, género, etnia y situación socioeconómica.

   La investigación psicológica temprana trató la soledad como una sensación de angustia anómala o temporal que no tenía ningún valor redentor ni propósito adaptativo. "Nada de eso podría estar más lejos de la verdad", afirma Stephanie Cacioppo. La perspectiva evolutiva es la razón. En 2006, John Cacioppo y sus colegas propusieron una interpretación evolutiva de la soledad basada en un enfoque neurocientífico o biológico.

   En esta visión, la evolución ha formado el cerebro para inclinar a los seres humanos hacia ciertas emociones, pensamientos y comportamiento. "Se han desarrollado una variedad de mecanismos biológicos que capitalizan señales aversivas para motivarnos a actuar de una manera que es esencial para nuestra reproducción o supervivencia", argumentan los coautores de UChicago. Desde esa perspectiva, la soledad sirve como contrapartida psicológica del dolor físico.

   "El dolor físico es una señal aversiva que nos alerta de posibles daños en los tejidos y nos motiva a cuidar nuestro cuerpo físico", escriben los autores de esta investigación. Por su parte, la soledad forma parte de un sistema de alerta que motiva a las personas a reparar o reemplazar sus deficientes relaciones sociales.

   El hallazgo de que la soledad tiende a aumentar el egocentrismo encaja con la interpretación evolutiva de la soledad. Desde el punto de vista evolutivo-biológico, las personas tienen que preocuparse por sus propios intereses, pero las presiones de la sociedad moderna son significativamente diferentes de las que prevalecían cuando la soledad evolucionó en la especie humana, hallaron los investigadores.

   "Los seres humanos evolucionaron hasta convertirse en una especie tan poderosa en gran parte debido a la ayuda mutua y la protección y los cambios en el cerebro que resultaron de adaptarse a las interacciones sociales --relata John Cacioppo--. Cuando no tenemos ayuda y protección mutuas, es más probable que nos centremos en nuestros propios intereses y bienestar, es decir, nos volvemos más egocéntricos".

   En la sociedad moderna, cada vez más centrada en uno mismo protege a las personas solitarias en el corto plazo, pero no a largo plazo, debido a que los efectos nocivos de la soledad se acumulan con el tiempo para reducir la salud y el bienestar de una persona. "Esta respuesta adaptativa evolutivamente puede haber ayudado a la gente a sobrevivir en tiempos antiguos, pero en la sociedad contemporánea puede hacer que sea más difícil para la gente salir de los sentimientos de soledad", plantea John Cacioppo.

   Cuando los seres humanos están en su mejor momento, proporcionan ayuda mutua y protección, añadie Stephanie Cacioppo. "No es que un individuo se sacrifique por el otro, sino que juntos hacen más que la suma de las partes. "La soledad socava ese enfoque y realmente te hace concentrarte sólo en tus intereses a expensas de los demás. Los Cacioppo tienen multitud de estudios sobre la soledad en curso que abordan sus aspectos sociales, conductuales, neuronales, hormonales, genéticos, celulares y moleculares, así como intervenciones.

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