MADRID, 18 Ago. (EUROPA PRESS) -
El efecto que tiene la adaptación genética de una sola especie de bacteria es tan grande como su capacidad para alterar y determinar la estructura de la comunidad microbiana donde se encuentra, según ha mostrado un estudio internacional liderado por un investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y publicado en la revista 'Nature Communications'.
Se trata de unos resultados que, a juicio de los expertos, podrían ayudar a comprender mejor los procesos que determinan la estructura de las comunidades microbianas en ambientes naturales, sobre todo en contextos donde la estructura microbiana sufre frecuentes perturbaciones, como puede ser la microbiota intestinal durante los tratamientos con antibióticos.
"La adaptación de una especie a un entorno ofrece una ventaja competitiva frente a las especies que llegan más tarde. Esto puede tener consecuencias en la estructura de la comunidad y, por tanto, en la función de un ecosistema y la salud del huésped", ha explicado el investigador del Centro de Edafología y Biología Aplicada del Segura del CISC, Pedro Gómez.
BACTERIA 'PSEUDOMONAS FLUORESCENS'
Para alcanzar estos datos, obtenidos en la University of Exeter (Reino Unido), los científicos han utilizado como modelo la bacteria 'Pseudomonas fluorescens' y una comunidad microbiana natural del suelo bajo diferentes condiciones y réplicas experimentales, permitiendo así analizar mediante secuenciación masiva el impacto ecológico y evolutivo de una bacteria en determinar la estructura de las comunidades microbianas.
"Los resultados de este estudio son potencialmente importantes en aquellos contextos donde la estructura microbiana desempeña funciones clave para la salud humana, animal y vegetal, y frecuentemente se ve perturbada. Algunos ejemplos que podemos encontrar son la microbiota intestinal expuesta a antibióticos y las comunidades de suelos y plantas alteradas por las prácticas agrícolas y condiciones ambientales", ha zanjado el investigador.
El estudio también ha contado con la participación de la University of Liverpool (Reino Unido), la KU Leuven (Bélgica) y la Common wealth Scientific and Industrial Research Organisation (Australina).