MADRID, 22 Ago. (EUROPA PRESS) -
Neurocientíficos de la Universidad de Massachusetts Amherst (Estados Unidos) han demostrado por primera vez que combinar en un mismo día dormir la siesta con el sueño nocturno puede beneficiar la memoria emocional en las primeras etapas de la infancia.
"Individualmente, la siesta y el sueño nocturno no son suficientes para inducir cambios en esta memoria. Esto apoya la idea de que una conjunción entre la siesta y el sueño nocturno beneficia la consolidación de recuerdos en niños pequeños", explica Rebecca Spencer, investigadora principal de este estudio, publicado en la revista 'Scientific Reports'.
Los investigadores apunta que otro punto destacado de su trabajo es descubrir que las siestas contribuyen al procesamiento emocional en los niños en edad preescolar, lo que es "consistente" con las observaciones de los padres y de los primeros años de la infancia, "aunque este beneficio en la memoria emocional se retrasa", apunta Spencer.
"Una observación común de los padres y maestros de preescolar es que los niños parecen gruñones o mareados cuando se saltan la siesta. Nuestros resultados son consistentes con estas observaciones: las siestas contribuyen al procesamiento emocional a esta temprana edad", reitera la investigadora.
Como explican ella y sus compañeros, las investigaciones anteriores en adultos han demostrado que el procesamiento de emociones y la memoria emocional se mejoran con el sueño, y hay evidencia de que las siestas también pueden mejorar la regulación emocional y esta memoria en los niños pequeños. Sin embargo, recuerdan que también se ha publicado que el suño REM es necesario para este beneficio, una etapa del sueño del que carecen las siestas.
Por lo tanto, los investigadores se propusieron explorar si las siestas pueden contribuir a la consolidación de la memoria para recuerdos con carácter emocional, ya sea un contenido bueno o malo, en la primera parte de la infancia. Para ello, dieron a niños de edades de aproximadamente tres a cinco años (34-64 meses) una serie de imágenes que contenían caras con descripciones de palabras malas o bonitas, pero no observaron efectos significativos en la memoria emocional. La precisión de la memoria tampoco difirió cuando se probó después de una siesta en comparación con un intervalo de vigilia.
Sin embargo, cuando se volvió a probar la memoria después de dormir durante la noche, el cambio en la precisión de la memoria fue mayor si el niño había dormido la siesta el día anterior. Además, Spencer y sus colegas detallan que una mayor actividad del sueño de ondas lentas en la siesta se asocia con mayor disminución de la memoria durante el sueño.
"Este estudio demuestra que la siesta es beneficiosa para el procesamiento de la memoria. Dada la importancia del aprendizaje socioemocional en preescolares, un promedio de 70 minutos de siesta puede ayudar a los objetivos curriculares de la educación infantil. Por lo tanto, la siesta debe seguir siendo una parte importante del programa preescolar diario y debe garantizarse el tiempo suficiente para dormir", concluyen los investigadores.