MADRID, 16 Jul. (EUROPA PRESS) -
El sexo de un bebé controla el nivel de pequeñas moléculas conocidas como metabolitos en la sangre de la madre embarazada, lo que puede explicar por qué los riesgos de algunas enfermedades en el embarazo varían dependiendo de si la madre tiene un niño o una niña, según una nueva investigación de la Universidad de Cambridge, en Reino Unido.
Los hallazgos, publicados este jueves en 'JCI Insight', ayudan a explicar, por ejemplo, por qué los bebés varones en el útero pueden ser más vulnerables a los efectos del crecimiento deficiente y por qué el embarazo de una niña puede conducir a un mayor riesgo de preeclampsia para la madre. Un equipo dirigido por investigadores del Departamento de Obstetricia y Ginecología del Centro Cambridge de Investigación Biomédica del Instituto Nacional de Investigación en Salud (NIHR), realizó estudios científicos detallados de más de 4.000 madres primerizas y analizó muestras de placenta y sangre materna.
Los investigadores descubrieron que el perfil genético de las placentas de los bebés de ambos sexos era muy diferente en relación con el sexo del bebé. Muchos de los genes que diferían según el sexo del bebé en la placenta no se habían visto previamente por sexo en otros tejidos del cuerpo.
El equipo descubrió que uno de estos genes placentarios únicos relacionados con el sexo controlaba el nivel de una pequeña molécula llamada espermina. La espermina es un metabolito, una sustancia involucrada en el metabolismo, que desempeña un papel importante en todas las células e incluso es esencial para el crecimiento de algunas bacterias.
LA PLACENTA DIFIERE SEGÚN EL SEXO DEL EMBRIÓN
Las placentas femeninas tenían niveles mucho más altos de la enzima que produce la espermina, y las madres embarazadas con bebés registraban niveles más elevados de una forma de espermina en la sangre en comparación con las madres embarazadas con bebés varones.
También se encontró que las células placentarias de los niños eran más susceptibles a los efectos tóxicos de un medicamento que bloqueaba la producción de espermina. Esto proporcionó evidencia experimental directa sobre las diferencias relacionadas con el sexo en el metabolismo placentario de la espermina.
Los investigadores también encontraron que la forma de espermina que era más alta en madres embarazadas con una niña también predecía el riesgo de complicaciones en el embarazo: los niveles altos se asociaron con mayor riesgo de preeclampsia (donde la madre desarrolla presión arterial alta y enfermedad de riñón), mientras que los niveles bajos se asociaron con mayor riesgo de crecimiento fetal deficiente.
Los patrones observados fueron todos consistentes con el trabajo previo que ha demostrado que los niños pueden ser más vulnerables a los efectos de la restricción del crecimiento fetal y que estar embarazada con una niña puede conducir a un mayor riesgo de preeclampsia severa.
"En el embarazo y el parto, el sexo del bebé está a la vanguardia de la mente de muchos padres, pero ni siquiera pensamos que la placenta tenga sexo. Este trabajo muestra que la placenta difiere profundamente según el sexo", dice el director del estudio, el profesor Gordon Smith, de la Universidad de Cambridge.
"Estas diferencias alteran los elementos de la composición de la sangre de la madre e, incluso, pueden modificar el riesgo de complicaciones del embarazo. Entender mejor estas diferencias podría conducir a nuevas pruebas predictivas y posiblemente incluso nuevos enfoques para reducir el riesgo de un mal resultado del embarazo".