MADRID, 30 Dic. (EUROPA PRESS) -
Evitar la lectura o demostrar una baja comprensión al realizarla; omitir palabras, invertir letras o dar saltos de línea al leer; sufrir dolores de cabeza o alrededor de los ojos frecuentes después de leer; y entrecerrar los ojos, son algunas de las señales que indican que un niño no ve bien, según ha informado el oftalmólogo pediátrico de la Clínica Vila Parc, Javier Fernández.
Hasta un 70 por ciento de la información que recibe el cerebro humano procede de la visión. Si un niño no ve bien, la información que procesará su cerebro no será la adecuada, y esto puede tener importantes implicaciones a una edad tan temprana, afectando a la actividad diaria o al rendimiento escolar.
"Los problemas visuales no corregidos son una causa frecuente de bajo rendimiento escolar, pudiendo estar detrás hasta del 30 por ciento de los casos. Ahora bien, detectar alteraciones visuales en los niños no es fácil, ya que ellos no suelen reconocer problemas de visión al asumir como algo normal su manera de ver. Por eso, es esencial llevar a cabo revisiones preventivas con el oftalmólogo, así como estar atento a las señales que indican que pueden darse problemas de visión", ha dicho el experto.
Asimismo, otros indicadores que indican de un problema ocular infantil son la necesidad de aproximarse a la pizarra o al objeto de lectura, el parpadeo constante, frotarse mucho los ojos, picor, lagrimeo y enrojecimiento ocular frecuentes, inclinación de la cabeza para fijar la vista, y visión borrosa o doble.
Si se perciben alguno de estos signos en un niño es importante acudir al especialista cuanto antes. "La maduración visual es un proceso largo que se inicia en el nacimiento y se completa aproximadamente a los 8-9 años. Es un intervalo de edad a tener muy en cuenta, ya que toda aquella visión que no se ha desarrollado durante ese tiempo, no se va a recuperar posteriormente en la edad adulta. Es por ello, que resulta fundamental llevar a cabo un diagnóstico y tratamiento lo más precozmente posible, tratando de evitar secuelas irreversibles", ha recalcado Fernández.
En ausencia de problemas obvios, se recomienda tener en cuenta los antecedentes familiares a la hora de iniciar las revisiones periódicas de la visión. Así, si existen precedentes de patología ocular en la familia, se sugiere comenzar con las revisiones anuales entre los 0 y los 3 años.
Si no hay antecedentes, se puede hacer un primer cribado entre los 3 y los 5 años, sobre todo para descartar un posible ojo vago, patología que, si no se trata en la infancia, persistirá a lo largo de toda la edad adulta y que es el motivo más frecuente de pérdida de visión en niños y jóvenes. A los 8-9 años finaliza el periodo de maduración visual y, si este se ha completado sin sintomatología, se pueden espaciar las revisiones cada dos años hasta alcanzar la mayoría de edad.
Tanto los defectos refractivos como las anomalías estructurales pueden ser la causa, en mayor o menor grado, de un retraso madurativo de la visión. Los primeros son los más frecuentes y entre ellos destacan la miopía, la hipermetropía y el astigmatismo. Otros problemas frecuentes incluyen defectos estructurales del ojo, como la catarata congénita, la ptosis palpebral, el estrabismo (hasta en un 4%) y el daltonismo.
"El período crítico suele ser hasta los 8-9 años. De ahí la recomendación de realizar un cribado precoz que nos permita detectar los casos a tiempo para poder instaurar un tratamiento cuanto antes", ha zanjado el especialista de la Clínica Vila Parc.