MADRID, 26 Mar. (EUROPA PRESS) -
Actualmente resulta cada vez más difícil que los niños aprendan a tolerar la frustración. Desde pequeños, los padres tratan de evitar el sufrimiento de sus hijos y, cuando estos quieren algo y lo piden insistentemente, no se lo niegan con tal de contentarlos o evitar que sufran. ¿O a veces sólo lo hacen para no oírlos?
Durante los primeros años de vida, casi la totalidad de los niños actúan de un modo impulsivo, ya que su pensamiento todavía no es capaz de dirigir su conducta de una forma adecuada y prever las consecuencias que se derivan de sus actos. Posteriormente, a medida que van madurando, su conducta se vuelve más reflexiva, aunque algunos pequeños tienen más dificultad que otros para alcanzar este nivel de madurez.
En cualquier caso, según señala la neuropsicóloga clínica Paloma Méndez, del Hospital Quirónsalud San José de Madrid, saciar sus deseos, aunque resulte fácil, "no evitará su sufrimiento cuando quieran algo que no se les pueda ofrecer".
"En realidad es una gran herramienta educativa enseñar a los niños a postergar, a demorar el refuerzo y a conseguir las cosas después de un período de tiempo", según esta experta, que admite que la presión social también dificulta que los progenitores, aunque quieran, pospongan las recompensas.
Así, cuando todos sus amigos o compañeros de clase tienen algo es mucho más difícil negar algo al niño y, al final, los padres se encuentran en una especie de "callejón sin salida" con niños acostumbrados a conseguir todo sin demora, "tiranizados por la presión del grupo y por la sensación de culpa que genera educar de un modo diferente al resto", según Méndez.
HAY QUE PENSAR EN LOS BENEFICIOS A MEDIO-LARGO PLAZO
Por ello, en estos casos hay que enseñar a los niños desde pequeños a buscar el beneficio a medio-largo plazo e inculcarles que muchas veces merece la pena esperar y tener paciencia para conseguir un beneficio mayor.
"Esto se puede entrenar en casa con algunos juegos. Por ejemplo, si tengo un hijo muy goloso, le puedo poner delante una golosina mientras realiza alguna actividad. La consigna sería: si cuando vuelva en diez minutos todavía no te la has comido, te daré dos más", aconseja esta neuropsicóloga.
De igual manera, se debe evitar la tentación de decir a todo que sí. Por ejemplo, cuando piden un helado o un refresco cada vez que uno está fuera de casa, aceptando a sus deseos sólo en la mitad de ocasiones, pero no siempre. "Los niños aprenderán que no siempre se obtiene lo que se quiere", señala.
CONSEJOS PARA DETECTAR LA IMPULSIVIDAD
Además, esta experta ha elaborado una serie de recomendaciones para que los padres puedan identificar la impulsividad de sus hijos, ante las implicaciones negativas que puede conllevar:
1. El niño tiene necesidad de satisfacer sus deseos inmediatamente y se muestra incapaz de demorar el premio, porque no autorregula sus emociones de forma adecuada.
2. Muestra un escaso manejo de la anticipación, por lo que le resulta complicado prever lo que sucederá, aunque sea de forma inmediata a su conducta.
3. Son más insensibles que otros niños al sistema de recompensas y castigos.
4. Tienen baja tolerancia a la frustración, por lo que la demora de la recompensa les lleva a veces a la pérdida de control.
5. Les cuesta mantener la motivación para conseguir algo.
6. Se frustran en exceso cuando la recompensa no es inmediata.
7. Muestran dificultades para plantearse metas y objetivos.