¿Sabes que el cerebro nos engaña? Aquí los principales trucos para que no lo haga

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Archivo - Mujer confusa. - SDOMINICK/ISTOCK - Archivo
Publicado: domingo, 13 noviembre 2022 7:59

   MADRID, 13 Nov. (EDIZIONES) -

   Nuestro cerebro en el día a día nos engaña. Debe tomar infinidad de decisiones y con poca información, así que muchas veces se precipita, sesgado por nuestras creencias o prejuicios. Esto, a la larga, nos afecta en nuestras rutinas, a nuestra percepción de los demás, pero también a lo que pensamos del resto y, en definitiva, a nuestra salud mental, pero también física.

   Esta es la teoría que defiende Mariano Sigman, neurocientífico, y uno de los directores del proyecto Human Brain Project, durante una entrevista con Infosalus, y que ha plasmado en 'El poder de las palabras. Cómo cambiar tu cerebro (y tu vida) conversando' (Debate). Para que esto no suceda tiene un par de trucos: conversar más con nuestro cerebro y evitar la soledad. Vamos a ver en qué consiste esto.

   "El cerebro tiene sistemas de alarma, de motivación y de prevención. Y cada uno de ellos, las cosas que nos ponen en marcha, o por ejemplo que nos frenan, tienen su funcionamiento que, como cualquier alarma, a veces falla. Por ejemplo, el miedo es un sistema de alarma que nos previene de algún peligro y que está dentro del cerebro. Pero a veces también avisa donde no hay peligro y la alarma falla. Hay muchas de estas", relata.

   Pero también al revés, a veces el cerebro, o nosotros mismos en realidad, según prosigue Sigman, cuando uno crece uno va como entendiendo o haciendo descripciones sobre cómo son las cosas y es uno mismo, y la persona empieza a entenderse a sí misma, a saber dónde funciona bien y dónde funciona mal, empieza a construir historias muy potentes, y con mucha fuerza para cerrar puertas: "Una persona puede decir 'yo soy timida' o 'yo no sirvo para las matemáticas', o 'nunca me atreveré a hacer esto', y esto es el cerebro que nos está engañando porque realmente sí podemos hacerlo".

UNA MÁQUINA DE PREDICCIONES

   Así, insiste en que hay muchas situaciones donde el cerebro nos engaña, o que nosotros conversamos mal con él, nos decimos cosas imposibles cuando no lo son, o estamos enfadados o tristes cuando no deberíamos; son los "múltiples engaños del cerebro" que nos llevan a no hacer cosas que nos gustaría hacer o a sentir cosas que sí nos gustaría sentir y merecer. "Merece la pena trabajarlo porque en última instancia nos llevará a una vida mejor", subraya este neurocientífico argentino.

   Recuerda que el cerebro es una "máquina de predicción", está todo el tiempo tratando de anticipar las cosas, es una "máquina de formar conjeturas". "Te encuentras con alguien y rapidísimo ha formado una opinión sobre si esa persona es confiable o no, si la contratarías o no, si te tomarías unas copas o no. Por supuesto que uno no sabe nada, pero el cerebro hace esto porque uno tiene que actuar y hay que decidir sobre si queremos ir con esa persona o no. El cerebro todo el tiempo trata de adivinar", reseña.

   Esto, en el campo de la Ciencia, dice que se llama predecir o hacer inferencias, donde el cerebro todo el tiempo trata de llegar a conclusiones sobre cómo son las cosas. Ahora bien, avisa de que, muchas veces, estas intuiciones son infundadas y nos llevan a hacer cosas que no se tienen que hacer, como mantener relaciones tóxicas, o que nosotros no las manejamos bien, o personas que están siempre enfadados con quienes quieren. "Todo esto es la máquina de predicción del cerebro, que no está del todo afinado, y te lleva a meterte en algo que no querías entrar, o al revés, o no ir a algún sitio donde hubiera sido interesante", remarca.

ES IMPORTANTE HABLAR, LA CONVERSACIÓN CON EL CEREBRO

   Con ello, Sigman defiende que puede ayudarnos la conversación: "Pensar es una conversación interna, donde se toman decisiones importantes. (...) Casi siempre funciona mejor si en vez de dejar que el cerebro vaya a su deriva produciendo ideas internas, estas se sacan en la esfera de la conversación. En vez de dejar que el cerebro delibere solo te juntas con alguien y se lo cuentas, y entones salen más cosas que tenías en tu cerebro y no tenías presente".

   De hecho, afirma que solo al poner en voz alta las ideas esto aporta claridad a las mismas, las ordena, y hace que uno piense mejor. "Pero encima tienes otra persona que piensa razonablemente bien, te escucha desde otra perspectiva, y te va a hacer bien y ver cosas que no veías, y agrega luz a lo que dices. Por eso, el conversar en buenas conversaciones con gente abierta, con buena disposición, y en poca gente, sobre los asuntos de nuestra vida, hace que tomemos mejores decisiones, y esto quiere decir que hacemos cosas que luego nos llevan a una mejor salud mental, que nos llevan a un lugar donde queremos estar, y donde estamos menos estresados", destaca Sigman.

EL PROBLEMA DE LA SOLEDAD

   Eso sí, subraya que es necesaria más conversación y mejor conversación: "Conversar es la fábrica de todas las ideas y nadie nos enseña a conversar. Parte del problema evidente para todos, en todas las esferas de la vida, es que no tenemos buenas conversaciones y buen lugar donde intercambiar ideas, donde contar lo que nos pasa. La ausencia de estos lugares genera toxicidades no solo en el plano social, sino también en el de la salud, de forma que cuando alguien no puede contar lo que le pasa se enferma psíquica y físicamente".

   En última instancia, ahonda sobre un caso muy estudiado, según reitera, cuando uno no tiene con quién conversar. "Es como la verdadera soledad", zanja. Pone el ejemplo de una persona que va sola a un concierto, en la que está rodeada de unas cien mil personas, pero realmente está sola porque no tiene con quién hablar.

   "Hay estudios que muestran que cuando uno no tiene con quien hablar, con quien conversar, a quien contarle sus cosas, las enfermedades tienen una evolución peor, y la más estudiada es el Sida, y como es una enfermedad muy estigmatizada se vio que quienes podían hablar tenían un devenir mejor que quienes no podían hacerlo. La soledad es un enorme factor de riesgo", sentencia este neurocientífico de prestigio internacional.