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MADRID, 11 Sep. (EUROPA PRESS) -
Los productos químicos o alimentos que aumentan los niveles de estrógeno durante el embarazo pueden aumentar el riesgo de cáncer en las hijas, nietas y bisnietas, según han publicado científicos de Virginia Tech y la Universidad de Georgetown en 'Nature Communications'.
En el estudio, ratas embarazadas que recibieron una dieta suplementada con estrógeno sintético o con grasa -que aumenta los niveles de estrógeno- produjeron generaciones subsiguientes que parecen estar sanas, pero que albergan un riesgo mayor de padecer cáncer de mama.
Aunque los resultados aún no han sido validados en seres humanos, el estudio muestra que el daño ambiental puede ser transmitido de una generación a la siguiente, no a través de mutaciones genéticas, sino a través de alteraciones 'epigenéticas' que influyen en cómo se decodifica la información genómica.
La investigación también aumenta la esperanza de que las personas especialmente sensibles a los agentes carcinógenos puedan ser identificadas, con el fin de aplicar nuevas estrategias de prevención antes de que ocurra el cáncer.
"Hemos demostrado por primera vez que las metilaciones alteradas de ADN moduladas por una dieta específica durante el desarrollo normal son heredables y transgeneracionales", señala Yue "Joseph" Wang, profesor de Ingeniería Eléctrica y Computación en Virginia Tech. Wang añade que "en el estudio también se identificaron los principales sitios de metilaciones alteradas que pueden estar implicados en el mayor riesgo de cáncer de mama, los cuales pueden servir como biomarcadores para desarrollar nuevas estrategias de prevención dirigidas".
El Instituto Nacional del Cáncer estima que más de 226.000 mujeres y más de 2.000 hombres de más de 2.000 desarrollarán cáncer de mama en 2012, y cerca de 40.000 morirán a causa de la enfermedad.
Dos tercios de los cánceres de mama que se producen en familias no tienen una causa genética conocida, según apunta Leena Hilakivi-Clarke, profesora de Oncología en el Centro Oncológico Integral Lombardi de la Universidad de Georgetown. El estudio muestra lo que subyace al cáncer no son mutaciones genéticas, sino efectos heredados de una dieta rica en grasas y la exposición a un exceso de estrógenos durante el embarazo.
"Está cada vez más claro que el proceso de señalización epigenético - qué genes se expresan y qué genes están silenciados - se ve afectado por el ambiente hormonal de la madre durante el embarazo", afirma Hilakivi-Clarke, quien ha estudiado los efectos de la dieta materna en la descendencia en animales y seres humanos durante más de 20 años.
Según la investigadora, "los estudios indican que, en un embarazo normal, la mujer puede tener más de 20 niveles de estrógeno diferentes, y tanto el más alto como el más bajo resultan en un bebé sano. El reto ha sido el de comprender cómo algo en el desarrollo fetal puede afectar el riesgo de cáncer de mama más de 50 años más tarde".
Los investigadores de Virginia Tech desarrollaron modelos matemáticos y técnicas de aprendizaje automático para analizar los cambios en el estado de metilación del ADN en los descendientes con el fin de entender cómo el riesgo aumentado de cáncer se transmite sin mutación genética.
El grupo de Wang descubrió que los descendientes con riesgo aumentado tenían varios cientos de regiones de ADN comunes que fueron metiladas de forma diferente que en el grupo control, proporcionando así pruebas estadísticamente convincentes de que el riesgo de cáncer de mama se puede transmitir a través de medios epigenéticos.
"En última instancia, puede ser posible deshacer o prevenir esta metilación perjudicial y disminuir el riesgo de cáncer de mama", concluye Wang, quien añade que "el siguiente paso será estudiar la duración de la intervención y los impactos de la metilación cuando se producen de forma temprana, a mediados, o al final del embarazo. La buena noticia es que mediante fármacos o u otras intervenciones se podría revertir la exposición nociva".