MADRID 17 Ene. (EUROPA PRESS) -
La muerte súbita se ha relacionado en los últimos años a varios casos en deportistas de alto nivel pero, en realidad, afecta a alrededor de 800.000 personas al año en el mundo occidental, causando más muertes que el sida, los tumores de mama y de pulmón y los accidentes cerebrovasculares (ictus) juntos.
Así lo ha asegurado el director del Centro de Genética Cardiovascular del Instituto de Investigación Biomédica de Girona (IDIBGI), Ramón Brugada, durante su participación en el IX Ciclo Seminarios de Biomedicina organizado por el Instituto de Investigación Sanitaria Fundación Jiménez Díaz.
Pese a esta incidencia, el grado de concienciación que rodea a la muerte súbita no se parece al de las otras enfermedades mencionadas, reconoce este experto, que lo considera grave para poder estudiar este evento cardiovascular y, en última instancia, prevenirlo.
"La muerte súbita no es causa del destino, hay que buscar una explicación", según Brugada, que gracias a un análisis realizado en la provincia de Gerona con muestras de sangre de los casos de muerte súbita en menores de 50 años sin causa aparente ha determinado como un tercio de todos ellos tenía una base genética.
Este mayor conocimiento acerca de la muerte súbita genética permite reforzar la prevención de este evento. "Hay que atacar los tres puntos clave de los fallecimientos por muerte súbita, que son la obesidad, el tabaquismo y el sedentarismo; somos conscientes de la obesidad, pero no de que ésta conduce a más enfermedades cardiacas e infartos", recuerda.
Pero la prevención también pasa por el diagnóstico de las personas con riesgo cardiovascular, según el doctor del IDIBGI, en los últimos años se ha avanzado mucho en la identificación de aquellas personas que no tienen este riesgo.
Para ello recomienda la realización de un electrocardiograma antes de que cualquier persona se inicie en la práctica deportiva, una prueba de cinco minutos de duración y "un coste económico muy bajo". Ésta se puede completar con otros estudios si el electrocardiograma no es normal o si el paciente no es asintomático.
"La muerte es muchas veces el primer síntoma de estos eventos", apunta Brugada, que también pide atender a los desmayos sin causa o a los antecedentes familiares" y, ante una sospecha de enfermedad genética, recomienda la realización de un estudio genético del paciente con una valoración familiar.
El tratamiento en estos casos consistiría en medicación para combatir la irritabilidad del corazón --con betabloqueantes, por ejemplo-- y, en el caso de un riesgo importante, cirugía para implantar un desfibrilador. Una alternativa que no se recomienda en determinados casos como los niños, ya que sería "condenarle a una intervención quirúrgica cada cuatro o cinco años durante toda su vida".