MADRID, 26 Dic. (EUROPA PRESS) -
Un estudio que mide los patrones de sueño de los estudiantes de la Universidad de Washington (Estados Unidos) ha revelado algunas sorpresas sobre cómo y cuándo nuestro cuerpo nos dice que durmamos, e ilustra la importancia de salir al aire libre durante el día, incluso cuando está nublado.
Publicado en la revista científica 'Journal of Pineal Research', el estudio revela que los estudiantes se duermen más tarde por la noche y se despiertan más tarde por la mañana, precisamente en invierno, cuando las horas de luz en el campus son limitadas y el cielo está notoriamente nublado.
El equipo responsable de este estudio cree tener una explicación: los datos muestran que en invierno los estudiantes reciben menos luz durante el día. Otras investigaciones han indicado que no recibir suficiente luz durante el día provoca problemas por la noche, cuando llega la hora de acostarse.
"Nuestros cuerpos tienen un reloj circadiano natural que nos dice cuándo ir a dormir por la noche. Si no recibimos suficiente exposición a la luz durante el día, cuando el sol está fuera, eso 'retrasa' nuestro reloj y retrasa el inicio del sueño por la noche", ha comentado el autor principal del trabajo, Horacio de la Iglesia.
El estudio utilizó monitores de muñeca para medir los patrones de sueño y la exposición a la luz de 507 estudiantes universitarios de 2015 a 2018. Los datos indicaron que los estudiantes dormían aproximadamente la misma cantidad de sueño cada noche independientemente de la estación.
Pero, en los días de escuela durante el invierno, los estudiantes se iban a la cama en promedio 35 minutos más tarde y se despertaban 27 minutos más tarde que los días de escuela de verano. Este hallazgo sorprendió al equipo, ya que Seattle, una ciudad de latitudes altas, recibe casi 16 horas de luz solar en el solsticio de verano, con mucha luz nocturna para la vida social, y poco más de ocho horas de luz solar en el solsticio de invierno. "Esperábamos que en verano los estudiantes se acostaran más tarde debido a la cantidad de luz disponible en esa estación", explica De la Iglesia.
Basándose en los datos de sueño de los estudiantes, los investigadores plantearon la hipótesis de que algo en el invierno estaba "retrasando" los ciclos circadianos de los estudiantes. Para la mayoría de los seres humanos, incluidos los estudiantes universitarios, el ciclo circadiano innato que rige cuándo estamos despiertos y dormidos es de unas 24 horas y 20 minutos, y se "calibra" a diario con la información procedente del entorno.
En el caso de los estudiantes que participaron en el estudio, los datos del sueño indicaban que sus ciclos circadianos se retrasaban hasta 40 minutos en invierno en comparación con el verano.
El equipo se centró en la luz como posible explicación de este retraso invernal. Pero la luz tiene efectos diferentes en los ritmos circadianos a distintas horas del día.
"La luz durante el día, especialmente por la mañana, adelanta el reloj, por lo que nos cansamos antes por la tarde, pero la exposición a la luz a última hora del día o a primera hora de la noche retrasa el reloj, retrasando la hora a la que nos sentimos cansados. En última instancia, la hora a la que te quedas dormido es el resultado del tira y afloja entre estos efectos opuestos de la exposición a la luz en diferentes momentos del día", ha reflexionado De la Iglesia.
Los datos mostraron que la exposición a la luz diurna tenía un mayor impacto que la exposición a la luz nocturna. Cada hora de luz diurna 'adelantaba' 30 minutos las fases circadianas de los estudiantes.
Incluso la exposición a la luz exterior en los días nublados o nublados de invierno en Seattle tuvo este efecto, ya que esa luz sigue siendo significativamente más brillante que la iluminación artificial interior, según De la Iglesia. Cada hora de luz nocturna (luz procedente de fuentes interiores como lámparas y pantallas de ordenador) retrasaba las fases circadianas una media de 15 minutos.
"Es un efecto de empuje y tracción. Y lo que descubrimos aquí es que, como los estudiantes no recibían suficiente exposición a la luz diurna en invierno, sus relojes circadianos se retrasaban en comparación con el verano", ha explicado el investigador.
El estudio ofrece lecciones no sólo para los estudiantes universitarios. "Muchos de nosotros vivimos en ciudades y pueblos con mucha luz artificial y estilos de vida que nos mantienen encerrados durante el día. Lo que este estudio demuestra es que necesitamos salir, aunque sea un rato y especialmente por la mañana, para conseguir esa exposición a la luz natural. Por la noche, minimizar el tiempo de pantalla y la iluminación artificial para ayudarnos a conciliar el sueño", ha remachado De la Iglesia.