MADRID, 24 Jul. (EUROPA PRESS) -
Investigadores del Departamento de Salud de la Universidad de Utah (Estados Unidos) han demostrado que una versión concreta de un gen puede contribuir a la mayor gravedad de los accidentes cerebrovasculares que sufren los estadounidenses de raza negra, lo que podría ayudar a los científicos a desarrollar fármacos más eficaces para las personas portadoras del gen.
La investigación, publicada en la revista 'Journal of Clinical Investigation', demostró que los ratones portadores del gen presentaban un mayor nivel de discapacidad tras un ictus. Estos ratones también respondían peor a los fármacos utilizados habitualmente para prevenir el accidente cerebrovacular. Los resultados son la primera prueba directa de la relación entre el gen y los resultados médicos.
"Esto sugiere que una nueva razón de las disparidades raciales en los resultados del ictus es que las terapias antiagregantes plaquetarias estándar pueden no ser apropiadas para los pacientes portadores de este gen, entre los que se encuentra alrededor del 60 por ciento de los pacientes de raza negra", afirma el doctor Robert Campbell, autor principal del artículo.
UN GEN QUE POTENCIA LA COAGULACIÓN DE LA SANGRE
El riesgo de sufrir un ictus es mayor entre la población negra que entre otros grupos étnicos, así como la tasa de mortalidad y discapacidad tras un ictus. Los factores relacionados con el estilo de vida y otras afecciones comórbidas contribuyen a esta disparidad, pero investigaciones anteriores también han demostrado que la genética desempeña un papel.
En concreto, una versión de un gen implicado en la coagulación de la sangre, denominado PAR4, es frecuente en individuos de raza negra. Se calcula que alrededor del 60 por ciento de los individuos negros y el 20 por ciento de los blancos tienen la versión alelo A de este gen.
El PAR4 ayuda a las células sanguíneas, llamadas plaquetas, a formar coágulos. Estos grupos de células son importantes para ayudar a detener las hemorragias tras una lesión, pero pueden provocar un ictus si obstruyen el flujo sanguíneo en el cerebro. El PAR4 se encuentra en la superficie de las plaquetas y detecta las señales químicas que se liberan en la sangre para activar la formación de coágulos.
Otros estudios habían demostrado que las plaquetas de individuos negros solían reclutar muchas más plaquetas cuando se exponían a la señal de coagulación en comparación con las plaquetas de donantes blancos. Esto llevó a los investigadores a sospechar que el alelo A podría estar "turboalimentando" las plaquetas, dando lugar a coágulos más grandes y peores resultados en el ictus.
Para investigar esta idea, los investigadores analizaron los datos de un estudio observacional a gran escala sobre factores de riesgo de ictus en humanos. Cuando analizaron la presencia de PAR4 en 7.620 participantes negros, descubrieron que los individuos portadores de dos copias del alelo A tenían una mayor incidencia de ictus y mayores niveles de discapacidad posterior.
Para profundizar más, los científicos recurrieron a los ratones. Trabajar con el modelo preclínico les permitió controlar otros factores genéticos y ambientales, algo que no es posible en humanos. Así pudieron aislar los efectos de un solo cambio genético.
"Todo es asociación hasta que puedes demostrarlo desde el punto de vista de la biología molecular", afirma Campbell, que es profesor adjunto de medicina interna en la Facultad de Medicina Spencer Fox Eccles de la Universidad de Utah.
Los investigadores descubrieron que, como habían previsto, las plaquetas de los ratones portadores del alelo PAR4 A presentaban una mayor reactividad. Los coágulos formaban grupos más grandes en comparación con las plaquetas de ratones completamente idénticos salvo por ese único gen. Los ratones portadores del alelo A también presentaban mayor discapacidad tras un ictus.
ACTIVIDAD FARMACOLÓGICA DIFERENCIAL
A partir de ahí, los científicos probaron medicamentos para prevenir el ictus en los ratones con las dos versiones "humanizadas" del gen PAR4. "Ahí es donde creo que se vuelve realmente interesante", afirma el doctor Frederik Denorme, primer autor del estudio e investigador.
Los medicamentos aprobados por la FDA que se prescriben habitualmente para prevenir el ictus, como la aspirina y el ticagrelor, protegieron a los ratones con la variante PAR4 que es común en los blancos. Pero los fármacos no protegieron a los ratones portadores de la variante PAR4 común en individuos de raza negra.
Es demasiado pronto para que los nuevos hallazgos modifiquen la práctica clínica, pero Denorme confía en que el estudio influya en el modo en que se lleva a cabo la investigación clínica. En los ensayos clínicos suelen participar mayoritariamente pacientes blancos, lo que significa que los genes más comunes en otras poblaciones no están bien representados. "Aumentar la diversidad racial en los ensayos puede revelar cuándo la actividad de un fármaco varía entre grupos", afirma.
Denorme cree que el modelo de ratón podría ser útil para probar posibles nuevos medicamentos que mejoren los resultados del ictus en las personas. "Estos ratones nos permitirán abordar cuestiones como por qué un fármaco no es bueno para todos los pacientes con ictus", señala, para añadir que este proyecto sugiere la necesidad de una "medicina personalizada basada en la genética".