MADRID, 3 Abr. (EDIZIONES) -
Todas las personas tienen flatulencias y quien lo niegue está mintiendo o puede tener un grave problema de salud. La mayoría de las personas se tira de 14 a 20 pedos al día y nunca hay que retenerlos, ya que unos gases acumulados en el cuerpo dilatan las paredes gástrica e intestinales, pudiendo llegar a generar un dolor similar al de un infarto.
Así lo afirma la licenciada en Ciencias Químicas y máster en Dietética y Nutrición Humana Ángela Quintas en una entrevista con Infosalus, quien añade además que con la edad la cantidad de flatulencias aumenta debido a una alteración de nuestra microbiota.
"La dieta que ingerimos a lo largo del día influye en los gases que producimos. Los alimentos preferidos por las bacterias para fabricar estos gases flatulentos son las carnes rojas y los huevos, que contienen gran cantidad de azufre, verduras como el brócoli, la col, las coles de Bruselas, o la coliflor, así como el ajo, la fruta deshidratada y las legumbres", menciona la especialista.
A su vez, advierte de que ciertos fármacos o enfermedades digestivas, como las úlceras, pueden aumentar la cantidad de gas en nuestro intestino. Igualmente, llama la atención sobre el hecho de que el estrés, la ansiedad, la mala masticación de los alimentos, o el estreñimiento influyen en la cantidad de ventosidades de la persona.
Quintas recuerda en 'El secreto de la buena digestión' (Planeta) que los gases no son todos iguales, algunos son sonoros mientras que otros no, otros tienen un olor terrible y que otros son "discretos". ¿Por qué huelen tan mal algunos? Según explica la máster en Dietética y Nutrición, el secreto está en sus ingredientes, que son gases todos ellos: "Nitrógeno (70-85%), hidrógeno (0-50%), dióxido de carbono (10-30%), metano (0-10%), oxígeno (0-10%), y trazas de gases olorosos (ácido butírico, sulfuro de hidrógeno y disulfuro de carbono)".
Todos estos gases son producidos por nuestras bacterias intestinales y por el aire que tragamos cuando comemos, bebemos o masticamos un chicle, según continúa. Asimismo, precisa que entre el 5 y el 15% del oxígeno que tragamos mientras comemos pasa a la sangre a través de nuestro intestino delgado. "La sangre vierte entonces al intestino delgado CO2, que se unirá al oxígeno no absorbido y a los gases producidos por las bacterias al descomponer los alimentos, generando entonces un pedo", añade.
Con ello, remarca que el olor asociado a los pedos se debe a la presencia de ácido sulfúrico, escatol, indol, aminas volátiles y ácidos grasos volátiles. "Pueden ser tan característicos de una persona como su huella dactilar y dependen en gran medida del alimento ingerido, ya que las bacterias los producen a partir de los restos de comida que llegan a nuestro intestino", explica Quintas.
Una vez conocida la 'dinámica' de las ventosidades en la Tierra, ¿qué pasa entonces con los pedos en el espacio? Los que emiten los astronautas, vamos: "Si en la Tierra los pedos son algo desagradables, pero sin mayor importancia, en el espacio la cosa cambia. Los astronautas viajan en cápsulas muy pequeñas y herméticas, sin ventilación, y los pedos, que contienen metano e hidrógeno, desprenden sustancias inflamables".
Esto, según asegura la también asesora nutricional de películas de éxito, llevó a realizar en 1960 un estudio en el que se analizó la dieta de los astronautas durante un viaje espacial para minimizar sus gases al máximo. Como podréis imaginar las alubias no tienen cabida en la dieta de un astronauta", remarca.
A esto habría que añadirle, según indica, el hecho de que los pedos en sí sean generalmente olorosos. "Si un astronauta se echa una flatulencia y ésta huele mal, al tratarse de un cubículo pequeño y cerrado, sin posibilidad de ventilación, hay que ser precavido. Por ello suelen llevar trajes con filtros para que no se queden flotando esos gases, que antes hemos dicho además que pueden ser inflamables", asegura.
CÓMO ES LA DIETA DEL ASTRONAUTA
Básicamente se busca entonces que los astronautas sigan una dieta basada en una gran densidad nutricional y calórica, de modo que no haya que transportar gran cantidad de alimentos. Por eso, Quintas incide en que su alimentación también está orientada en evitar las diarreas, y haya la menor cantidad de residuos posibles (en el espacio son un problema). "Suelen ser ricas en proteínas, ya que en gravedad hay una considerable pérdida de masa muscular, con apenas fibra (nos hace ir al baño) para no tener muchos gases a lo largo del viaje espacial", matiza la especialista.
Además, sostiene que la dieta siempre se ha diseñado con el objetivo de que se conserve durante el mayor tiempo posible, y a la vez que cubra sus necesidades nutricionales. "En los últimos años, además, se buscan alimentos que estén ricos. Las misiones son cada vez más largas y es importante que los alimentos tengan buenas propiedades organolépticas", agrega.
Finalmente, la máster en Nutrición y Dietética añade que a nivel fisiológico los astronautas experimentan pérdida de apetito, debilidad del sistema inmunitario, disminución de los eritrocitos en sangre, y también de la necesidad de beber agua.
"La baja gravedad que hay en el espacio afecta a la composición de los huesos de los astronautas, por ello la dieta que consuman debe ser rica en calcio y aportarles las dosis necesarias de vitamina D y de magnesio, que les ayudarán a fijar este calcio de los huesos. Para que la dieta sea baja en residuos y así evitar la fermentación intestinal y disminuir el volumen de las heces, se reduce notablemente el porcentaje de hidratos de carbono", zanja Ángela Quintas.