MADRID, 1 Oct. (INFOSALUS) -
La otitis serosa es un tipo de otitis media, también llamada otitis media secretora, cuyo origen es multifactorial y que en términos generales supone la existencia de líquido en el oído medio, moco que en la mayoría de los casos se deriva de una secreción excesiva derivada por un resfriado. Más común en los niños se trata de una afección ligada al invierno y las infecciones respiratorias de las vías altas que no ocasiona dolor.
Según explica a Infosalus Constantino Morera, presidente de la Comisión de Otología de la Sociedad Española de Otorrinolaringología (SEORL-PCF) y jefe de Servicio de esta especialidad en el Hospital La Fe de Valencia, el papel decisivo en la otitis serosa lo juega una hipersecreción de moco derivado de infecciones respiratorias y una escasa ventilación entre el oído y las estructuras nasofaríngeas que impide la evacuación del moco que queda retenido en el oído medio.
Los factores que intervienen en su desarrollo son, junto a la secreción excesiva de moco, la existencia de anginas y vegetaciones de mayor tamaño y las características estructurales de la trompa de eustaquio, que en los niños es más horizontal y pequeña. Aunque muy poco frecuente, la otitis serosa puede ser en adultos un síntoma de un tumor en la base del cráneo pero en estos casos es unilateral.
Las otitis medias secretoras dan lugar a una acumulación de moco durante mucho tiempo (otitis a tímpano cerrado) y ocasionan pérdida de audición (hipoacusia) y pueden dar lugar a una perforación timpánica.
CARÁCTER ESTACIONAL DE LA OTITIS
Sobre todo en la infancia, la otitis serosa tiene un carácter estacional por lo que es más frecuente en invierno, al estar asociada a las infecciones respiratorias que afectan a las vías altas, que mejoran en los meses más cálidos.
La otitis serosa puede pasar desapercibida a los padres y se puede manifestar con una pérdida de audición ya que el oído medio lleno de liquido no transmite bien el sonido, de forma similar a cuando se siente el oído taponado. Los niños no suelen ser conscientes de la pérdida de audición y manifestarse por no atender bien en clase o en casa a lo que se les dice.
"Puede aparecer hacia los 3 años sin que los niños lo refieran. El problema real no se nota más que en una falta de atención, ya que el niño no responde a lo que se le dice. La dificultad en la respiración nasal y los catarros de repetición son síntomas que acompañan y favorecen el trastorno", señala Morera.
FÁCIL DIAGNÓSTICO
El diagnóstico lo realiza el pediatra o el otorrino en la exploración mediante una otoscopia o una impedanciometría en la que se observa cómo se mueve el tímpano, ya que si no se desplaza es por la existencia de líquido en el oído medio. No suele ocasionar dolor ni molestar pero sí puede favorecer un brote de otitis media aguda, entonces sí que duele y puede llegar a supurar.
"Es un trastorno que parece ser un paso previo en muchas personas a padecer una otitis media crónica, aunque no siempre es así, que predispone a ellas y a otras patologías del oído. Sin embargo, hay que decir que hoy se puede tratar y es difícil que pase desapercibida en la exploración otológica del niño", apunta el otorrinolaringólogo.
El pronóstico en los niños suele ser bueno, ya que suele mejorar con el crecimiento. El tratamiento es el de los factores causales como los empleados ante los catarros de repetición, pero si persiste es necesaria la colocación de tubos de ventilación para airear el oído y evitar que provoque complicaciones como perforaciones timpánicas o un colesteatoma (invasión del oído medio por piel del conducto auditivo externo). La intervención es sencilla, aunque requiere de sedación en el niño, y los tubos se expulsan de forma natural tras unos meses.